¿Dónde están los/as filósofos/as guatemaltecos?
Marco Fonseca*
Cualquiera que haga o haya ya hecho un análisis de la coyuntura presente en Guatemala desde una perspectiva crítica en filosofía política, ya habrá descubierto la terrible realidad de que nadie le lee o nadie le lee debidamente, de que está nadando contra una corriente de aguas sucias, de que las ideas complejas no pueden competir con bocas ligeras y recias con micrófono o amplificador. La verdad crítica no puede competir fácilmente con la verdad popular. Pues todo mundo está a la carrera y no hay tiempo para pensar. Como dice Gramsci, mucha gente espera y demanda formulitas fáciles de digerir y repetir en sus conversaciones, sus propios blogs, entrevistas o columnas de prensa. La filosofía política crítica no está hecha para el coffee break.
Todo mundo prefiere al <<analista>> y nunca al/la filósofo/a: el primero/a se cree versásil y bien informado de los <<hechos>> y <<acontecimientos>> del día mientras que el segundo/a se percibe como abstracto y fuera de toque. De hecho, eso es precisamente lo que el 99% de analistas hacen: contar y recontar, atar y desatar, medir y sobremedir los hechos y acontecimientos empíricos de ayer y de hoy para luego calcular <<los escenarios>> de mañana. Todos/as describen las ramas corruptas del palo de olmo aislado pero nunca llegan a la raíz del mismo, ya no digamos al ecosistema nacional e internacional, local y global, dentro del cual funciona y cobra sentido. Es como comentar un juego de futbol: require de voca rápida y estadísticas precocinadas aunque todo se haga sin pensar. Peor es, por supuesto, cuando el/la analista se la pasa de filósofo/a, cuando pasa el recuento superficial de hechos y el <<análisis>> de relaciones entre una figura y otra, entre un evento y otro, entre un contrato de hace cinco años y un acto de corrupción de ayer, con todos los pasos de por medio, como si fuera gran interpretación de la coyuntura. ¡Y la gente les da la corona!
Cuando llegamos a la verdad de lo que Guatemala quiere en su mercado de <<intelectuales>> nos damos cuenta que le gusta los/as “doctores” Baldizones y los/as licenciaditos/as de tesis plagiada o reciclada. Adora toda la excrescencia con la que saturan la esfera pública – aplaudidos por periodistas sicofantes – y las ideas recicladas que recogen de Internet, sin nunca dar crédito a nadie, para ofrecerlas como como si fueran sus propias ideas y como si fueran pastilla de tranquilidad y consolación para un público ignorante acostumbrado a la TV y las encuestas de opinión. Esa es en realidad la función del/a analista ordinario/a.
Hay que decirlo sin tapujos: Guatemala no es país propicio para filósofos/as sino para sofistas, mercaderes de ideas, religión y fe con las que todo mundo ya está de acuerdo (y por ello no son para nada crítico) o con las que puede estas de acuerdo en segundos (y por ello son del extremo centrismo político o del fundamentalismo religioso). Cualquiera que haga solo un poquito de filosofía crítica tendrá un blog visitado por tres gentes al día – ¡y ello ya es mucho! – pero cualquiera que escriba una columnita superficial para el matutino o de una entrevista trasnochada para la TV o la prensa, cuenta con diez mil seguidores en Twitter o Facebook. A Guatemala le gusta el circo y la feria y sus analistas saben exactamente cómo funciona el bingo y la lotería. El juego es una mezcla barata del plagio y el espectáculo mediático. Pero no pasan de allí.
Entonces no es que los/as filósofos/as, sobre todo los/as críticos/as, se estén escondiendo detrás de la escusa de que se dedican a pensar y no a actuar, por lo menos no todos/as. Se trata de que la gente no reconoce a sus propios/as filósofos/as.
Vamos patria hacia la #RefundaciónYa
* Doctor en Filosofía Política y Estudios Latinoamericanos por parte de la York University. Actualmente profesor adjunto en el Departamento de Estudios Internacionales de Glendon College, York University.