Los grupos de poder económico y la lucha por la dominación nacional

Los grupos de poder económico y la lucha por la dominación nacional
Marco Fonseca

Bill Barreto nos dice algo muy cierto en su columna de Plaza Pública GT​ titulada «Baldizón, el rey está desnudo”. Es escribe:

«Si compra combustible en la cadena de gasolineras “Jaguar”, ahora manejadas por la empresa “Puma”; si se utiliza Autobuses del Norte (ADN); si se vuela en Transportes Aéreos de Guatemala (TAG); si compra en centros comerciales como Maya Mall o Plaza Futura (en Flores); si utiliza el sistema de cable de TeleSky, con presencia en todo el departamento de Petén, de manera directa o indirecta ha tenido contacto con el grupo de negocios de la familia Baldizón, encabezada por el candidato presidencial de Lider, Manuel Baldizón» (Fuente: http://www.plazapublica.com.gt/node/10271).

Es, pues, un grupo regional de poder y una fracción dentro de la burguesía nacional cuyo proyecto político ha sido, claramente, rechazado por otros grupos de poder nacional y transnacional mas fuertes y mas profundamente organizados. Estos últimos lograron camuflagear el proceso hegemónico y pasarlo del Líder al FCN sin que la ciudadanía lo percibiera como tal. Al contrario, la gente cree estupida pero «libremente» que han escogido al de «afuera».

La lucidez de Marx nos puede ayudar un poquito analizando como el proceso hegemónico que legitima un sistema puede sostener la legitimidad o la revuelta de de una clase o fracción de clase o coalicion de clases dominantes y subalternas a otra en condiciones de revolución/restauración/normalización.

El siguiente texto de Marx proveniente de su Las luchas de clases en Francia, en la sección sobre «La derrota de junio de 1848”, ilustra este proceso vívidamente:

«Después de la revolución de Julio, cuando el banquero liberal Laffitte acompañó en triunfo al Hôtel de Ville a su compadre, el duque de Orleáns, dejó caer estas palabras: «Desde ahora, dominarán los banqueros». Laffitte había traicionado el secreto de la revolución.

La que dominó bajo Luis Felipe no fue la burguesía francesa sino una fracción de ella: los banqueros, los reyes de la Bolsa, los reyes de los ferrocarriles, los propietarios de minas de carbón y de hierro y de explotaciones forestales y una parte de la propiedad territorial aliada a ellos: la llamada aristocracia financiera. Ella ocupaba el trono, dictaba leyes en las Cámaras y adjudicaba los cargos públicos, desde los ministerios hasta los estancos.

La burguesía industrial propiamente dicha constituía una parte de la oposición oficial, es decir, sólo estaba representada en las Cámaras como una minoría. Su oposición se manifestaba más decididamente a medida que se destacaba más el absolutismo de la aristocracia financiera y a medida que la propia burguesía industrial creía tener asegurada su dominación sobre la clase obrera, después de las revueltas de 1832, 1834 y 1839, ahogadas en sangre.

La pequeña burguesía en todas sus gradaciones, al igual que la clase campesina, había quedado completamente excluida del poder político. Finalmente, en el campo de la oposición oficial o completamente al margen del pays légal [*] se encontraban los representantes y portavoces ideológicos de las citadas clases, sus sabios, sus abogados, sus médicos, etc.; en una palabra, sus llamados «talentos».

La monarquía de Julio no era más que una sociedad por acciones para la explotación de la riqueza nacional de Francia, cuyos dividendos se repartían entre los ministros, las Cámaras, 240.000 electores y su séquito. Luis Felipe era el director de esta sociedad, un Roberto Macaire en el trono. El comercio, la industria, la agricultura, la navegación, los intereses de la burguesía industrial, tenían que sufrir constantemente riesgo, y quebranto bajo este sistema. Y la burguesía industrial, en las jornadas de Julio, había inscrito en su bandera: gouvernement à bon marché, un gobierno barato.

Mientras la aristocracia financiera hacía las leyes, regentaba la administración del Estado, disponía de todos los poderes públicos organizados y dominaba a la opinión pública mediante la situación de hecho y mediante la prensa, se repetía en todas las esferas, desde la corte hasta el café borgne [*], la misma prostitución, el mismo fraude descarado, el mismo afán por enriquecerse, no mediante la producción, sino mediante el escamoteo de la riqueza ajena ya creada. Y señaladamente en las cumbres de la sociedad burguesa se propagó el desenfreno por la satisfacción de los apetitos más malsanos y desordenados, que a cada paso chocaban con las mismas leyes de la burguesía; desenfreno en el que, por ley natural, va a buscar su satisfacción la riqueza procedente del juego, desenfreno por el que el placer se convierte en crápula y en el que confluyen el dinero, el lodo y la sangre. La aristocracia financiera, lo mismo en sus métodos de adquisición, que en sus placeres, no es más que el renacimiento del lumpemproletariado en las cumbres de la sociedad burguesa.

Las fracciones no dominantes de la burguesía francesa clamaban: ¡Corrupción! El pueblo gritaba: A bas les grands voleurs! A bas les assassins! [*]*. Cuando en 1847, en las tribunas más altas de la sociedad burguesa, se presentaban públicamente los mismos cuadros que por lo general llevan al lumpemproletariado y a los prostíbulos, a los asilos y a los manicomios, ante los jueces, al presidio y al patíbulo. La burguesía industrial veía sus intereses en peligro; la pequeña burguesía estaba moralmente indignada; la imaginación popular se sublevaba.

Finalmente dos acontecimientos económicos mundiales aceleraron el estallido del descontento general e hicieron que madurase el desasosiego hasta convertirse en revuelta.» (Fuente: https://goo.gl/zNz9uK).

(A continuar).

Foto: el espurio

Foto: el espurio

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