Izquierda, democracia y Refundación: Una aclaración inicial
Marco Fonseca
Alejandro Balsells Conde escribe: «Acá se asesinó de forma cobarde a líderes de izquierda como Adolfo Mijangos López (en su silla de ruedas y por la espalda); Mario López Larrave, Manuel Colom Argueta, Rolando Andrade Peña y Alberto Fuentes Mohr; ninguno de ellos era guerrillero en combate, sino todos con pensamiento democrático y en una calle pública».
Es totalmente cierto lo del vil asesinato de gente tan valiosa y progresista en la vida politica de Guatemala. Pero hay que poner las posiciones ideológicas en su contexto propio y, sobre todo, no hay que fetichizar una versión de liberalismo político – solo porque se ha convertido en la versión dominante – como si fuera «la» única versión de lo democrático.
Para evitar las confusiones no debemos caer en generalizaciones. La gente que Balsells Conde menciona no es «la izquierda» histórica, militante, revolucionaria o marxista de Guatemala. Es, sí, gente de la social-democracia local que, por su fisonomía ideológica, cuesta identificarla con la social-democracia europea clásica. De hecho, tienen mucho en común con el liberlalismo progresista del siglo XX, es decir, el liberalismo del binestar social en lugar del liberalismo posesivo del que nos habla C. B. Macpherson. En Latinoamérica, incluyendo a Guatemala, este liberalismo tomó forma concreta en las propuestas económicas y sociales de la CEPAL y en el llamado «estructuralismo» cepalino que fue una de las variantes del dependentismo regional. La otra variante fue el dependentismo marxista que se extendio, incluso, a la Teología de la Liberación. El marco ideológico y conceptual de la gente que menciona Balsells fue, pues, el estructuralismo cepalino mezclado con una forma minimizada de populismo – al estilo de lo que se desarrolló en Latinoamérica entre los 30s y los 70s – pero más circunscrito a la cultura política chapina, la herencia políticamente ambivalente de la Revolución de Octubre) y los niveles de subdesarrollo político, económico y social más crónicos de Guatemala. y fue por ello, precisamente, que no tomaron las armas. Se trató de una social-democracia que puso énfasis – como es común a la social-democracia latinoamericana – en los derechos sociales y colectivos de los sectores medios y trabajadores. Al mismo tiempo, sin embargo, fue una social-democracia que no se planteó un asalto revolucionario al poder de las élites históricas precisamente para evitar una reacción anti-comunista al estilo del 54. Gente como Torres-Rivas, por cierto, oscilaban entre uno y otro polo político de la herencia de Octubre.
Por otro lado, como lo muestro en mi ensayo sobre la construccion de izquierdas democráticas en Guatemala, la izquierda radical, militante y directametne heredera de la Revolución de Octubre – por lo menos directamente heredera del carácter y contenido popular de la misma – no fue menos «democrática» y en muchos sentidos fue incluso más democrática que la social-democracia local. Es pues un mito peligroso decir que la izquierda revolucionaria de Guatemala no fue «democrática» y que la lucha armada fue expresión de esa falta de contenido democrático y no de la ausencia de un espacio adecuado para la organización alternativa y la ausencia de una posibilidad efectiva de tomar el poder por el medio electoral (como lo demostró el gobierno pactado de Julio César Méndez Montenegro). Es un error muy serio atribuirle a la izquierda militante y revolucionaria la misma lógica que al terrorismo de Estado que ha caracterizado a todo régimen anti-comunista desde 1954 y decir «quien crea que el Estado debiera ser un represor y un matón pagado con los impuestos desechémoslo de inmediato» como si esto de alguna manera también se aplique a la izquierda. Pues ese es el argumento de las fuerzas neoliberales de hoy. Es totalmente cierto que cuando se trata de gente como Platero Trabanino hay que decir que «Quien no respeta la vida y la libertad, que esté lejos de la cosa pública». Pero esto – contrario a lo que dice la vulgarmente nombrada Fundación contra el Terrorismo – en nada se aplica a nadie de la izquierda histórica o contemporánea de Guatemala. Y no debemos entrar en hacer esas equivalencias balanceadas del liberalismo intelectual que no sirven sino solo para arribar a posiciones blandas y crudas.
Lo que sí hay que advertir es que la izquierda radical y militante de Guatemala no fue y no sigue siendo «democrática» en el sentido minimalista y liberal del término – lo que hoy se ha convertido en el standard de lo democrático mismo. Lo democrático, aquí, es entendido como lo participativo, lo rizomático, lo autónomo y lo horizontal pero sin perder de vista lo organizado, lo disciplinado, lo colectivo y lo vinculante que solo nos puede proveer un partido refundacional. Es de esta tradición de izquierda militante que hoy tenemos varias vertientes activas, algunas refundadoras, que continúan en el proyecto histórico de que otro mundo es posible.
Vamos patria hacia la #RefundaciónYa
Marco Fonseca es Doctor en Filosofía Política y Estudios Latinoamericanos por parte de la York University. Actualmente es instructor en el Departamento de Estudios Internacionales de Glendon College, York University.
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