Crítica al Gramsci de piñata

Crítica al Gramsci de piñata

El Gramsci de piñata que maneja Álvaro Velásquez resulta ahora ser un ideólogo de la «libre competencia»

Las cosas grotescas que ocurren en Guatemala. Una de ellas es que haya una quinta columna del Cacif y su Agenda Nacional de Competitividad dentro de la Bancada De La Dignidad Convergencia.

Entiendo la diferencia entre la Ley de Competencia que está apoyando el CPO en el Congreso y que se supone está diseñada para romper los monopolios del Cacif y la ideología de la competitividad que enarbola el Cacif y sus tanques de pensamiento como Fundesa y la EdG. Pero en términos discursivos e ideológicos la línea divisoria entre competencia y competividiad es borrosa y cuando de oportunismo político se trata, la cosa se pone más nubosa. Prueba de ello es un Tweet escrito por Daniel Haering, el Director Académico de la EdG (propiedad de Dionisio Gutierrez) que, además de decir que es «una maravilla oir hablar a Álvaro Velásquez sobre libre competencia de mercado con esa vehemencia [de un] gramsciano capitalista», revela cómo, comparado con lo que está haciendo el diputado capturado por el Cacif con la piñata de Gramsci que enarbola, lo que una vez hicieron los gramscistas que convirtieron a Gramsci en un socialdemócrata reformista se queda totalmente corto.

Ya Juan Carlos Porantierro, en su libro ya clásico «Los usos de Gramsci» (Ediciones Pasado y Presente, 1977), nos da cuenta de la transformación que hicieron de Gramsci gentes como Togliatti después de la Segunda Guerra Mundial. Fue en este período que nació el «neogramscismo» el cual canonizó un Gramsci de cartón socialdemócrata.

La crítica que Gramsci hace al capitalismo monopolístico es clara. Ya Christine Buci-Glucksmann escribe que:

«Este desarrollo del capitalismo como «fenómeno mundial» no sigue el mismo ritmo en los diferentes países, pero la libre competencia tiende «a suprimirse en el monopolio». De esta forma, siguiendo al Lenin de El Estado y la revolución y de El imperialismo, fase superior del capitalismo, Gramsci ve en la guerra un proceso que ha acelerado y acentuado la transformación del capitalismo competitivo en capitalismo monopolista, con todas las modificaciones que este proceso acarrea para el Estado» (Gramsci y el Estado, Siglo XXI, 1978, p. 178).

Y remitiéndonos a las palabras de Gramsci mismo, la posición gramsciana queda clara:

«Durante la guerra, y por las necesidades surgidas de ésta, el Estado italiano ha asumido entre sus funciones la reglamentación de la producción y de la distribución de los bienes materiales. Se ha creado, de esta forma, una especie de trust de la industria y del comercio, una concentración de medios de producción y de cambio y una igualación en las condiciones de explotación de las masas proletarias y semiproletarias que ha tenido efectos revolucionarios» (Scritti politici, Roma, Riuniti, 1971, 226, extracto de una pieza de Gramsci en L’Ordine Nuovo).

Para Gramsci, entonces:

«Una clase de carácter internacional, en cuanto guía estratos sociales estrictamente nacionales (los intelectuales) e incluso, muchas veces, menos aún que nacionales, particularistas y municipalistas (los campesinos), tiene que ‘nacionalizarse’ en cierto sentido, y este sentido no es, por lo demás, muy estrecho, porque antes de que se formen las condiciones de una economía según un plan mundial es necesario atravesar múltiples fases en las cuales las combinaciones regionales (de grupos de naciones) pueden ser varias» (Antología, p. 352, citado en Rubén Zardoya Loureda, Gramsci y el Capitalismo Contemporáneo, disponible aquí http://goo.gl/Pg2zGO).

Por tanto, cuando Gramsci subraya que en el mundo que estaba siendo creado por el imperialismo «el principio de libre competencia ha muerto» y ha sido reemplazado por el «monopolio de Estado», él no está defendiendo la libre competencia. Lo que él nos indica es como ese proceso de muerte de la libre competencia a manos del capitalismo mismo, particularmente a medida que el mismo se globaliza, toma formas específicas en términos de Estado y economía así como de clase e ideología cuando se lo «nacionaliza», así como ha ocurrido en Guatemala. Con esto lo que Gramsci está haciendo es seguir a Lenin de cerca, dar cuenta del surgimiento de una fase nueva en el desarrollo del capitalismo mundial por medio del imperialismo y DE NINGUN MODO endosar una política que defienda la libre competencia o un empresariado pequeño burgués (!!!).

La defensa que Velásquez hace de la «libre competencia» esgrimiendo argumentos gramscianos es, pues, una distorsión grotesca y curiosamente similar a la defensa que de un empresariado pequeño burgués hace en Guatemala gente como Mario Roberto Morales (ver http://wp.me/p6sBvp-mV). Y no creo que la diputada Sandra Morán o el diputado Leocadio Juracán, miembros/as de la misma bancada del CPO a la cual pertenece Velásquez, compartan estos criterios cacifistas y los prediquen a las comunidades indígenas y rurales, a la gente pobre, con las que hablan de cosas como soberanía alimentaria y desarrollo rural.

Vamos patria hacia la #RefundaciónYa desde abajo, democrática y rupturista

Marco Fonseca es Doctor en Filosofía Política y Estudios Latinoamericanos por parte de la York University. Actualmente es instructor en el Departamento de Estudios Internacionales de Glendon College, York University. Su libro más reciente se titula «Gramsci’s Critique of Civil Society. Towards a New Concept of Hegemony» (https://goo.gl/Oeh4dG).

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