Leo las columnas de Mario Roberto Morales y, aunque a veces encuentro ideas interesantes (sobre todo de carácter literario o artístico), muchas veces estoy en desacuerdo con las mismas y sobre todo en las que el autor se mete en análisis político y económico. Pero su columna del 20 de agosto en elPeriórico es, quizás, la más problemática que he leído en algún tiempo (http://elperiodico.com.gt/?p=62387). Aquí van algunos contra-argumentos:
1) Los BRICS NO están implementando una alternativa a la globalización neoliberal. Lo que están haciendo es, simplemente, implementar un modelo neoliberal multipolar. China está promoviendo el extractivismo a nivel global de un modo menos agresivo que las transnacionales de occidente pero con no menos impacto social y ambiental de largo plazo.
2) La estrategia de EE.UU. en el Triángulo Norte solo está parcialmente relacionada con los BRICS. También está relacionada con darle un hueso a CA ya que no está incluida en el TPP (ver http://goo.gl/kx43uO). Y también responde a la política anti-migratoria de Washington no solo como reacción a su política doméstica sino también como parte de un plan más amplio de seguridad que cubre toda su frontera sur incluyendo a México. Y también está vinculado a su continua y fallada estrategia de guerra contra el narcotráfico. El Plan Alianza para la Prosperidad tiene pues alcance más grande e implica – como lo señala Fernando Solis de El Observador – una vinculación con el Plan Frontera Sur de México (sobre esto ver http://www.proceso.com.mx/?p=424669 y http://goo.gl/olAEvO).
3) La necedad de que Washington ha empleado «las mismas medidas que en Argentina, Brasil y Venezuela, a saber, las tácticas de la teoría de la acción no-violenta, de Gene Sharp» es ya bien conocida. Sin embargo, la Guatemala de OPM en nada se parecía a la Argentina de los Kirchner, el Brasil de Rousseff o la Venezuela de Chávez/Maduro y es peor que equivocado no reconocer eso y querer confundir de alguna manera al progresismo latinoamericano con lo grotesco de OPM. Hay algo ideológico en hacerlo.
4) Washington no se mete en cambios de régimen solo porque un gobierno está dominado por «impresentables». De hecho, muchos aliados de Washington son más impresentables que lo que fue OPM. El caso de Honduras es clásico. Pero también hay casos similares en Europa oriental, el Medio Este y África. Lo que hizo que Washington finalmente dejara caer al gobierno de OPM fue la presión ciudadana que amenazó con salirse del control del proceso de promoción democrática que – si no lo inicia Washington mismo – puede ser tolerado hasta cierto punto. Eso fue lo que ocurrió, por ejemplo, con la Primavera Árabe hasta cierto punto (en Egipto, hasta que la Hermandad Islamica llegó al poder con Morsi). Más allá de cierto punto – que en Guatemala no se cruzó y que dejar caer a OPM parece haber sido suficiente – Washington sí promueve cambio de régimen (esto sí lo han intentado en Cuba, Venezuela, Ecuador y Bolivia).
5) La lucha contra la corrupción sí es parte de las condiciones para desplegar el Plan Alianza para la Prosperidad. Eso se lo plantearon claramente a JM tanto Shannon como Biden incluso antes de tomar el poder. Pero el Plan Alianza para la Prosperidad no se reduce a la lucha contra la corrupción y, sin el destape de La Línea en abril de 2015, bien podría haber coexistido con la corrupción estatal. No puede decirse que El Salvador de Sánchez Cerén sea parte de esta estrategia y que lo haga sonriendo porque su gobierno esté siendo carcomido por la corrupción como ocurrió con los gobiernos de ARENA o incluso con el de Funes que sí gozaron del apoyo abierto de Washington. Los objetivos del PAP van pues mucho más allá de sanear la corrupción y limpiar a los «impresentables» e incluyen la expansión del extractivismo en Guatemala, y con ello del neoliberalismo globalizador, por medio de apoyo a hidroeléctricas, monocultivos, minería, maquiladoras y zonas de libre comercio o zonas francas así como la expansión de la interconexión eléctrica desde Panamá hasta México para garantizar el suministro de energía al socio menor de EE.UU. en NAFTA, es decir, México. También hay que agregar el refuerzo de uniones aduaneras (ver http://goo.gl/jlLd2h) y tratados regionales de seguridad que complementan al CAFTA-DR (ver http://goo.gl/VTo0HV). Todos estos objetivos han sido delineados por Biden en términos de un «crecimiento para todos/as»: «Hemos dejado claro que este dinero no es un regalo, sino que está condicionado a que cada país cumpla objetivos específicos para fortalecer su seguridad e implementar reformas políticas y económicas, para que los habitantes prosperen en sus propios países» (ver http://elperiodico.com.gt/?p=91182).
6) Lejos de volver a una política de promoción del «Estado fuerte» en Centroamérica o en cualquier parte del mundo, la política de Washington – esta sí, incluso en Guatemala – consiste en la «promoción democrática», es decir, en la promoción de poliarquías aunque sean mínimas. Aunque el Plan Alianza para la Prosperidad (PAP) implica expansión en el aparato de seguridad del Estado dedicado a lucha contra el narcotráfico y la migración ilegal, esto tiene implicaciones profundas para la contención, represión y criminalización de la protesta social En este sentido preciso sí puede afirmarse que Washington le ha puesto presión a las elites del Cacif para que por lo menos en lo mínimo cubran los costos básicos de restaurar un sistema económico con legitimidad mínima.
7) La restauración conservadora consiste, en gran parte, en poner de nuevo en su carril a la reproducción del sistema agro-exportador, minero e hidroeléctrico extractivista pero hacerlo atendiendo algunas de las demandas que surgieron de la protesta ciudadana en 2015. De ahí la nueva política de la SAT como parte de un proceso de restauración (en lugar de reforma estructural) fiscal transparente y efectiva. De ahí, de hecho, la presencia de gente con reconocida trayectoria dentro de la «sociedad civil» (Mack en Salud pero ya apoyando el paquete tributario de JM; Aguilar Theissen en Seprem con el aval de activistas claves de la «sociedad civil»; Samuels en MARN denunciando desviación de ríos después de la Marcha por el Agua) coexistiendo con el gobierno real de la AVEMILGUA (lo conservador) y del Cacif (lo neoliberal).
Así pues que MRM entiende todos estos elementos, en gran parte, de modo problemático si es que no abiertamente equivocado.
Vamos patria hacia la #RefundaciónYa desde abajo, democrática y rupturista
Marco Fonseca es Doctor en Filosofía Política y Estudios Latinoamericanos por parte de la York University. Actualmente es instructor en el Departamento de Estudios Internacionales de Glendon College, York University. Su libro más reciente se titula «Gramsci’s Critique of Civil Society. Towards a New Concept of Hegemony» (https://goo.gl/Oeh4dG).
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Foto: CMI Guatemala