Respuesta a críticas

Respuesta a críticas
Marco Fonseca

Debo confesar que me da más pena que rabia ver el nivel de analfabetismo político, ya no digamos constitucional, en los comentarios críticos a mi pieza sobre los ataques de la restauración conservadora contra la diputada Sandra Morán. He recibido de esos comentarios ya comunes como que nuestra defensa de lo que representa la diputada Morán es «políticamente correcto», es «anti-religiosa» o de alguna manera desajustado a la «realidad» de Guatemala. Pero también he recibido de esos comentarios más burdos que hacen de la ignorancia un punto de jactancia y del prejuicio lesbofóbico una virtud, como aquel que dice que en darle apoyo al feminismo y a Sandra Morán yo me comporto como «mujer atrapada en cuerpo de hombre» o como aquél que califica a la diputada de Convergencia como de no ser mujer cabal ni digna por declararse abiertamente lesbiana. Pero aparte de esos comentarios burdos, ridículos e ignorantes hay otros comentarios menos insultantes tanto a la dignidad como a la inteligencia aunque no por ello menos problemáticos que, sin embargo, merecen por lo menos una respuesta.

¿En qué consiste una lectura fundamentalista y religiosa del Art. 3 de la Const. del 85? Vamos por pasos. Primero, en aislarlo, abstraerlo y sacarlo de su contexto constitucional como un todo ya no digamos del contexto legal más amplio del que la Const. forma parte, es decir, los tratados internacionales que Guatemala ha firmado y está obligada a observar y desarrollar. Segundo, en darle a las palabras «desde su concepción» la misma interpretación religiosa que le dan todas aquellas personas que son parte de sectas o iglesias fundamentalistas que leen sus libros sagrados del mismo modo, es decir, de modo dogmático, literalista y fundamentalista (es de ese modo, por ejemplo, como leen los textos antiguos sobre relaciones homosexuales, sobre comer puerco, sobre pagar diezmos, etc.). Tercero, en fomentar formas de género, de familia, de identidad de mujer que son en realidad formas tradicionales y, en muchos casos, opresoras de las mujeres mismas. En defender el modelo de familia tradicional también están defendiendo el patriarcado y, como está bien demostrado, formas de violencia intra-familiar – incluyendo la violencia sexual que lleva al embarazo de niñas y adolescentes – que el mismo texto constitucional garantiza proteger. Y, cuarto, en defender todo lo de arriba, las críticas a Sandra Morán se convierten en parte del ambiente creado por la restauración conservadora en su esfuerzo, bueno, por restaurar relaciones sociales, políticas y económicas de tipo tradicional como alternativa, creen ellos/as, a la «corrupción» en que ha caído Guatemala no solo dentro del Estado sino también por el avance de movimientos como el feminista.

En gran medida las críticas al feminismo comprometido en Guatemala, a la diferencia y diversidad sexual, a la gente que apoya la vida pero de modo integral, como un todo coherente y no solo aspectos aislados de la misma, son expresión de un «sentido común» alienado pero asumido por tradición o algún nivel de elección como propio y sobre cual esa gente crítica no tiene capacidad de reflexionar. Representa el sentido común más conservador y tradicional que escuchamos predicado desde púlpitos religiosos hasta editoriales de prensa y organizaciones de la buena sociedad civil. Es el mismo compás religioso de la gente que hoy llega a orar al Palacio Nacional de la Cultura o que celebra el Desayuno Nacional de Oración. Pero es el sentido común hegemonizante en el cual descansa, más que nunca, el proyecto restaurador. Y hay que rechazarlo rotundamente.

Yo apoyo a Sandra Morán y su candidatura a la presidencia del Foro Parlamentario de la Mujer.

#SandraMoranSiMeRepresenta
#SandraMoranPresidentaDelParlamento

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Foto: Plaza Pública

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