Para entender la coyuntura del 2017
Marco Fonseca
No puede haber ninguna evaluación crítica de la situación o coyuntura presente en Guatemala si la misma prescinde de lo que está ocurriendo en la interioridad tanto ideológica como social, política y económica de la restauración conservadora. Incluso la no identificación y caracterización adecuada del Estado en sus formas contradictorias presentes indudablemente resulta en la configuración de tácticas y estrategias de lucha, sobre todo desde abajo y desde la izquierda, que ni siguiera pueden perforar la capa más externa con la que se defiende y disfraza el bloque histórico en el poder.
Hay que entender que junto al concepto de Estado y su modelo de régimen actual (restauración conservadora militar-empresarial) no podemos dejar de entender lo que ocurren en la llamada «sociedad civil» cuyo grado de consolidación en Guatemala ha sido objeto de enormes inversiones de capital tanto moral como material, desde el Estado y la cooperación internacional, desde que la misma surge como «actor» estratégico en la conformación tanto del consenso como de la desobediencia permitida. De allí, desde esa sociedad civil permitida o sociedad civil buena, es que surgen personalidades y organizaciones que van desde La Rue y Demos hasta Helen Mack y su Fundación, desde el INCEP hasta FLACSO y desde Guate Activa hasta el Movimiento Cívico Nacional. Y hoy también incluyen a Méndez Ruíz y su Fundación contra el Terrorismo, la AVEMILGUA misma, los ex-patrulelros civiles así como la Fundación Turcios Lima, etc. Es pues un conglomerado abigarrado de «ciudadanos/as» y ONGs así como organizaciones privadas (desde el elitista Club Rotario hasta organizaciones de cultura y deporte dedicadas, supuestamente, a actividades no políticas) en las cuales se mueve el anhelo por la renovación y la normalización de Guatemala.
De allí, de toda esa estructura «muy compleja y resistente a las «irrupciones catastróficas» del elemento económico inmediato (crisis, depresiones, etc.)», de esa «superestructura de la sociedad civil» es que se forma «el sistema de las trincheras de la guerra moderna» y, por lo tanto, «se trata de estudiar con «profundidad» cuáles son los elementos de la sociedad civil que corresponden a los sistemas de defensa en la guerra de posiciones». Es en la misma donde se están restaurando relaciones sociales tanto tradicionales como neoliberales, tanto reaccionarias como extremo-centristas, y de allí también están surgiendo los permitidos proyectos políticos «renovadores» que, desde su concepción misma, están atados y comprometidos con la reproducción profunda del sistema aunque hablen de «mayorías alternativas» o de «modelos de desarrollo inclusivo».
Por todo esto es que para entender lo que es ir hacia un nuevo Estado requiere entender no solo lo que está pasando en las capas externas del Estado militar-empresarial con su clase aparentemente «renovadora» sino también lo que está pasando en ese «formidable complejo de trincheras y fortificaciones de la clase dominante» que es la sociedad civil y todos sus tentáculos culturales e institucionales. Pues no es casualidad que la misma sea la caja de resonancia, por ejemplo, de todas la reformas propuestas hasta el momento incluyendo las reformas al sector justicia. Allí hay una circularidad ideológica que hace que las reformas, desde su concepción hasta su negociación, no lleguen más allá de cierto límite. Aquí lo que aparece como derrota para una gente es victoria para otra.
Hay que entender cómo la ideología de «restauración» empresarial-militar, tradicional y neoliberal al mismo tiempo, sirve como elemento de una guerra de posiciones hegemonizante y cómo este require una respuesta contra-hegemónica y lo que Gramsci llama el «espíritu de escición» sin cuya audacia no vamos hacia un nuevo Estado o hacia la Refundación.
«El espíritu de escisión o sea la progresiva conquista de la conciencia de la propia personalidad histórica, espíritu de escisión que debe tender a prolongarse de la clase protagonista [algo que hoy solo es producto de alianzas y acuerdos mínimos] a las clases aliadas potenciales [todos los proyectos refundacionales y afines desde abajo y desde la izquierda]; todo esto requiere un complejo trabajo ideológico, cuya primera condición es el exacto conocimiento de la materia volcada en su elemento humano».
Aunque hay que ponerle atención urgente a los problemas y desafíos económicos de las mayorías sociales agudizados por el capitalismo extractivista y globalizador – ¿cómo podría ser diferente? – no hay que caer en el economicismo que reproduce la cultura del cacifismo o del clientelismo. Como dice Gramsci: «siempre es necesaria una iniciativa política apropiada para liberar al impulso económico de las trabas de la política tradicional, o sea, para cambiar la dirección política de ciertas fuerzas que es preciso absorber para realizar un nuevo bloque histórico económico-político, homogéneo, sin contradicciones internas» aunque, en el presente histórico, sin tampoco eliminar sus elementos rizomáticos, espontáneos o autónomos. Pero ese momento de lo político tiene que ser maximizado y ampliado y no solo en 2017. Allí está el trabajo.
Recordemos que lo que se puso al descubierto en 2015 no fue solo una supuesta «crisis de estatalidad» (términos problemáticos para entender lo que está pasando en Guatemala), sino que fue una crisis orgánica o crisis de hegemonía que dejó al Estado totalmente desnudo. Ante esto, «la vieja sociedad resiste y se asegura un período de respiro, exterminando físicamente a la elite adversaria y aterrorizando a las masas de reserva.» Eso es lo que está haciendo la restauración conservadora y, para consolidarlo y ampliarlo con sus aliados cacifistas y militares así como con EE.UU. y otros actores, la misma va a explotar al máximo las divisiones y los intereses inmediatos que existen no solo entre los movimientos sociales mayoritarios todavía divididos y en competencia unos con otros, sino también en la sociedad civil (un financiamiento por aquí, una plaza por allá, una consulta por aquí, una concesión por allá, etc.) e incluso entre sus adversarios de clase o posición en la pirámide social y política de Guatemala. Y la necesidad así como la tentación de aceptar dádivas y concesiones, sobre todo entre ella gente pobre y trabajadora o por parte de sectores o actividades que nunca han sido atendidos/as adecuadamente, es enorme. Cualquier concesión se ve como gran logro y conquista desde afuera o desde abajo. Pero la crisis de hegemonía allí está y ningún análisis de la coyuntura presente que pretenda ser crítico puede incluso dejar de mencionarla. En palabras de Gramsci:
«Estas crisis de hegemonía son una lucha entre “dos conformismos”. Los viejos dirigentes intelectuales y morales de la sociedad sienten que se les hunde el terreno bajo los pies, se dan cuenta de que sus “prédicas” se han convertido precisamente en “prédicas”, es decir, en algo ajeno a la realidad, en pura forma sin contenido, en larva sin espíritu; de aquí su desesperación y sus tendencias reaccionarias y conservadoras: la forma particular de civilización, de cultura, de moralidad que ellos han representado, se descompone y por esto proclaman la muerte de toda civilización, de toda cultura, de toda moralidad y piden al Estado que adopte medidas represivas, y se constituyen en un grupo de resistencia apartado del proceso histórico real, aumentando de este modo la duración de la crisis, porque el ocaso de un modo de vivir y de pensar no puede producirse sin crisis».
La tendencia es, sin embargo, a normalizar el status quo, a reincorporar a la sociedad civil a las «reformas» y al discurso reformista de la restauración conservadora con la ilusión de que ello va a llevar a incidencia real y cambios graduales importantes. Y vamos a ver a mucha gente precisamente de la sociedad civil buena, permitida y debidamente consultada (y no solo porque así lo requiere EE.UU. y la cooperación internacional para el «desarrollo» y la consolidación de «la democracia» en Guatemala) tomando la batuta de la «incidencia» y la «participación» Es un reformismo no reformista que la gente quiere, desea y anhela ver como si fuera un reformismo realmente reformista. Tal es la desesperación por el cambio con la imposibilidad de organizarce para llevarlo a cabo de verdad. En tanto que de la nada salió un payaso como paladín, como Chapulín Colorado, de la restauración.
Nuestro desafio en 2017 es profundizar y ampliar la guerra de posiciones NO desde la sociedad civil permitida y aceptada en los procesos de reformismo no reformista de la restauración conservadora. Y no hay que confundir guerra de posiciones ya sea con incidencia o con anarquismo que dice que se puede cambiar el mundo sin tomar el poder. Tenemos el blanco bien puesto en la mira, pero hay que activar la coordinación y los consensos no absolutos para tirarle con precision. Hay que hacerlo desde los movimientos sociales mayoritarios, organizados y rupturistas que buscan la Refundación del Estado pero que solo la van a alcanzar juntos y nunca solos. Como lo pone Gramsci:
«En el arte político ocurre lo mismo que en el arte militar: la guerra de movimiento deviene cada vez más guerra de posición y se puede decir que un Estado vence en una guerra, en cuanto la prepara minuciosa y técnicamente en tiempos de paz. Las estructuras macizas de las democracias modernas, tanto como organizaciones estatales que como complejo de asociaciones operantes en la vida civil, representan en el dominio del arte político lo mismo que las “trincheras” y las fortificaciones permanentes del frente en la guerra de posición».
Por ello debemos salir de las redes hegemónicas del Estado militar empresarial y de su proyecto presente en la restauración conservadora. Y debemos ampliar los procesos y las luchas contra-hegemonicas en los intersticios de la dominación y en los espacios autónomamente creados desde los movimientos sociales mismos y sus comunidades orgánicas.
Sin este trabajo crítico, ideológico y político no avanzamos en 2017.
Vamos patria hacia la #RefundaciónYa desde abajo, democrática y rupturista
Marco Fonseca es Doctor en Filosofía Política y Estudios Latinoamericanos por parte de la York University. Actualmente es instructor en el Departamento de Estudios Internacionales de Glendon College, York University. Su libro más reciente se titula «Gramsci’s Critique of Civil Society. Towards a New Concept of Hegemony» (https://goo.gl/Oeh4dG).
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