Venezuela: Entre la oposición neoliberal y el Imperio agresivo

Massimo Modonesi ha escrito un artículo (ver http://bit.ly/2qSXu53) para explicar y defender su apoyo a la declaración sobre la situación venezolana también firmada por otros/as intelectuales (ver http://bit.ly/2qTeIPu).

En lo personal, desafortunadamente, encuentro esta defensa del «sentido y la intención de fondo del comunicado» poco convincente. Sí tenemos que mantener viva la crítica en todo momento, más incluso en momentos de crisis, pero ello no debe significar en ningún momento alinearse con los argumentos del imperio o las instituciones y movimientos que lo representan o, de hecho, minar los esfuerzos que se hacen dentro del proceso revolucionario por corregir errores o encontrar soluciones consecuentes con los ideales y los programas de la revolución. No se trata para nada de  «apoyo incondicional» o «ceguera ideológica» con respecto del proceso complejo y contradictorio que se ha dado en Venezuela. Pero calificar al gobierno de Maduro como un gobierno «autoritario», como un «proyectos antidemocrático», no avanza la crítica solidaria o simpatética, la crítica desde dentro de estos procesos progresistas, aunque la intención sea supuestamente avanzar una crítica de «izquierda». Lo peor de todo es no decir una sola palabra sobre el asedio, la guerra del sector privado y la oposicion, el sabotaje promovido por Washington contra la Revolución Bolivariana y la forma extremadamente paciente con que ha respondido hasta hoy el gobierno de Maduro (Por cierto, es por esto que Atilio Borón ha llamado a «aplastar» a la contrarrevolución de una vez por todas y hacerlo por medio de las armas; ver http://bit.ly/2qTLDDJ). A pesar de todo, no ha habido menos democracia en Venezuela en los últimos 18 años o, incluso, en los últimos dos sino que, al contrario, más democracia. Desconocer al congreso no es cerrarlo y tampoco señal de autoritarismo como sí ocurrió y está ocurriendo cuando la oposición desconoció tanto a Chávez como a Maduro y como el legislativo a invalidado al ejecutivo desde que cayó bajo control de la «oposición».

Sí, Modonesi firmó un documento en donde dicen «sostener un compromiso doble.»

«Por un lado, un compromiso con la democracia, esto es, con una democracia participativa, lo cual implica elecciones periódicas, ciudadanos en las calles y ampliación de arenas públicas para la toma colectiva y comunitaria de las decisiones; así como con una democracia igualitaria, lo cual conlleva la ampliación de la frontera de derechos, en pos de una sociedad más justa. Por otro lado, tenemos un compromiso con los derechos humanos, el cual coloca la base mínima e innegociable del respeto mutuo, que impide la tortura, la muerte del oponente, la resolución de nuestros conflictos a través de la violencia”»

Pero esta crítica hay que dirigirla, primeramente, a la oposición de derecha y no al gobierno de Maduro o la Revolución Bolivariana. Es esa oposición la que no parece entender lo más mínimo del respeto mutuo, la muerte del oponente o la resolución de nuestros conflictos a través de los argumentos o de la democracia misma. De hecho, la oposición ha abandonado totalmente ese terreno democrático para ocupar las calles y prenderles fuego con odio y venganza inexplicable a no ser que no sea por el auto-interés. El gobienro ha hecho un sinnúmero de llamados al dialogo, pero es la derecha neoliberal, con el apoyo de Washington, la que ha elegido entrar al «escenario de guerra civil».

No es una «guerra civil» en el sentido convencional – por lo menos no todavía – entre partes no solo relativamente iguales sino que también legítimas. Es una lucha de clases desigual expresada por los cambios profundamente progresistas que ha implementado la revolución y la predecible y recrudecida respuesta del sector privado organizado (que todavía controla el grueso de la economía venezolana) y sus fuerzas políticas, ideológicas y mediáticas neoliberales contra un gobierno profundamente democrático, popular y progresista. No ha habido tal cosa de una «involución de la revolución bolivariana» sino que, más bien, un intento por estancarla que, en gran medida, ha resultado exitoso precisamente por el control el sector privado todavía tiene sobre la economía. Hay que reconocer esto como una frontera real del proceso revolucionario y dejar de atribuirle a la revolución un fracaso prematuro que surge, de algún modo, desde dentro.

Las masas bolivaristas todavía no han salido a las calles, armados con palos o sartenes, ya no digamos con bombas de mierda o pistolas, no solo para demostrar el verdadero tamaño y capacidad del poder constituyente hoy convocado por Maduro no a la violencia sino a una Constitución sino también para balancear esa «guerra civil» de la que hablan los críticos del proceso. Además, es un error garrafal criticar esta convocatoria – como lo hace la derecha neoliberal, la OEA, Washington y el manifiesto firmado por Modonesi – de ilegal o insconstitucional. Aunque el debate continúa en Venezuela, incluso dentro de las filas bolivarianas (ver http://bit.ly/2qTLct5), ya el proceso está claro y en marcha en Venezuela y ya el pueblo bolivariano a empezado a responder en masa a esta convocatoria. Apoyar este proceso, de modo solidario y también crítico, no implica de ningún modo «un alineamiento acrítico de todas las izquierdas bajo el paraguas de los gobiernos progresistas». Implica, eso sí, una opción preferencial y ética por la causa de la gente pobre, oprimida y excluida y un rechazo a la toma de posturas intelectuales que, de modo abstracto, adoptan el nombre de la crítica.

Creo que Modonosi cometió un error al firmar este documento para expresar sus puntos de vista críticos sobre la Revolución Bolivariana y sus vicisitudes presentes. Tiene razón en reconocer que «en una situación tan delicada, el tono y los énfasis del documento no produjeron el efecto deseado e inclusive fue cuestionado por sectores importantes sector de intelectuales y militantes de izquierda». ¿Y cómo podía ser de otro modo? Creo que hay otras formas y otros medios de hacer esta crítica que no comportan hacerle eco a las posiciones del imperio o de la oposición neoliberal violenta.

Marco Fonseca es Doctor en Filosofía Política y Estudios Latinoamericanos por parte de la York University. Actualmente es instructor en el Departamento de Estudios Internacionales de Glendon College, York University. Su libro más reciente se titula «Gramsci’s Critique of Civil Society. Towards a New Concept of Hegemony» (https://goo.gl/Oeh4dG).

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