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Defendiendo a los «demonizados»

Defendiendo a los «demonizados»

Marco Fonseca

MRM ha salido a la defensa de Serrano Elías, Manuel Baldizón, Alfonso Portillo, Sandra Torres, Pablo Monsanto y César Montes. ¿Está vinculado a FREARE o Povres?

El escribe:

Hay políticos que les resultan peligrosos a quienes se beneficiarán con el PPP, y por eso los tienen debidamente demonizados y hostigados. Son ellos: Jorge Serrano, Alfonso Portillo, Manuel Baldizón, Sandra Torres, César Montes y Pablo Monsanto, de quienes los crédulos dicen que son habitantes del Infierno y criaturas favoritas de Satán. Estos políticos no se llevan bien entre sí, a pesar de que tienen un denominador común que es la causa de su satanización por parte de la oligarquía y de quienes le creen a la oligarquía: han buscado restarle poder al monopolismo oligárquico tratando de que esa élite pague impuestos, que otras empresas compitan con las empresas oligárquicas, que Guatemala pueda relacionarse libremente con los BRICS, y que se incluya a las masas populares en la ecuación del empleo, el salario y el consumo. Este es su pecado y por eso los lincha la oligarquía por corruptos y asesinos. ¿Que lo son? No es a mí a quien le toca defenderlos. Pero tampoco lincharlos, y menos en el contexto de un país controlado por una oligarquía corruptora que vive de un sistema económico corrupto y de un Estado prostituido por los intereses monopólicos. El miedo al retorno de estos políticos inconvenientes para el poder dictatorial oligárquico y neoliberal es patente. Por eso los demonizan, como si quienes lo hacen estuvieran más allá de la corrupción. La pregunta es: ¿qué hacer si quieren converger en un proyecto antioligárquico de pequeño empresariado, clase media y campesinado? ¿Ah?» Fuente: http://wp.me/p5lcbs-u5 –  también publicado en elPeriódico el 28 de septiembre de 2016

Es precisamente por su defensa de los «demonizados» que podemos entender por qué MRM lanza rayos y relámpagos contra la gente que él llama «políticamente correcta», tanto en la derecha como y sobre todo en las izquierdas. Aunque en realidad no hay necesidad de «demonizar» a los demonios – ya conocemos el pasado oscuro de estos personajes – MRM ve el rechazo a estas figuras extremadamente problemáticas de la política guatemalteca como la expresión de juicios políticos, tanto de la oligarquía como de las izquierdas «correctas» «como si quienes lo hacen estuvieran más allá de la corrupción». Y, para él, la gente en las izquierdas, en los movimientos o colectivos, que rehusan meterse en la cama con las figuras siniestras a quienes él defiende, son gente «rosada» o «lila» financiada por la cooperación internacional y esencialmente al servicio de la oligarquía. Mientras tanto, descalifica a todo mundo que adopte posiciones coherentes y consistentes con un compromiso ético y político con movimientos refundacionales de abajo porque también rehusan aceptar el chirmol ideológico que MRM prescribe como solución a los problemas de Guatemala. Los únicos proyectos que parecen reflejar la vision que MRM quiere articular, son el FREARE o Povres. Y el proyecto en el que están convergiendo todos estos políticos, ex-guerrilleros, ex-militares, sindicalistas de la UASP y del magisterio alineados con Joviel Acevedo, campesinos organizados en la Conic, es nada menos que Povres. Eso debido a que FREARE no ha ganado mucha tracción en Guatemala.

¿Y qué tiene que ver la defensa de los «demonizados» con la defensa de los/as de abajo? Absolutamente nada que no esté problemáticamente vinculado a la clase política corrupta, el cacifismo o el Estado, pero MRM cree que son la misma cosa. Y los quiere reunir a todos bajo su propio y grotesco proyecto «liberal» (ver http://wp.me/p5lcbs-10j) de «capitalismo democrático» sin monopolios que, según él, también puede llevarnos a un «genuino Estado de derecho» e incluso, aunque sin decírselo a los empresarios que quiere enlistar, al «socialismo».

Así es como MRM fundamenta este chirmol «táctico» para la «situación concreta» de Guatemala:

¿Será posible llevar a sus últimas consecuencias el ideario liberal para superar el liberalismo y construir una democracia radical que no tenga vuelta atrás y erradique las prácticas monopolistas de una oligarquía que quiebra a cualquiera que pretenda engrosar el empresariado y ensanchar las capas medias? Ya sé que la izquierda dogmática que depende de la cooperación internacional y la (más papista que el Papa) campus left o izquierda norteamericana de campus, aullarán histéricas ¡blasfemia! ante tal osadía, y que la derecha tradicional chillará ¡comunismo! al escucharla. Es por eso necesario apelar a la inteligencia y a la valentía de quienes actúan exponiendo el pellejo y no pretenden hacer la revolución con el trasero pegado a un escritorio, para lograr que se entienda lo que significa ser radical, y serlo. Y para que por fin los neo-ortodoxos y ultraizquierdistas (“teóricos”) de la campus left comprendan que este planteo se ofrece (repito por enésima vez) como una táctica y no como una estrategia.

Así como es evidente que democracia y capitalismo se repudian y también que tácticamente es necesario juntarlos en un discurso político que los haga coincidir en asuntos puntuales para que explote su contradicción en el mediano plazo mediante la puesta en práctica de la democracia radical, resulta igualmente obvio que el ideario liberal y la posibilidad socialista se recusan, pero también es cierto que si se unen en un programa político que lleve ese ideario (igualdad de oportunidades, libre competencia y control del monopolios) a sus últimas consecuencias, quizá se desemboque en formas primarias de socialismo. Esto fue lo que dejó insinuado Laclau. Y esta es la idea táctica —aplicada a la situación concreta nuestra— que me ha servido para desmantelar en la teoría la propuesta neoliberal para Guatemala y al mismo tiempo para evitar los prejuicios que genera un planteo abiertamente socialista. En otras palabras, a los neoliberales hay que recetarles un poco de su propia medicina, pues —aun haciendo caras de desagrado y pataleando— se la tragan muy a su pesar.» (Fuente: http://wp.me/p5lcbs-10j).

Y, además de todo, MRM también pretende incluir una artimaña política en todo esto. En sus palabras:

[L]a noción de democracia radical para aludir a la posibilidad de llevar las demandas liberales clásicas a sus últimas —y radicales—consecuencias económicas en el marco de un Estado de derecho. La idea de Laclau no es estancarse en el ideario liberal como punto estratégico de llegada, sino en superarlo llevándolo a sus límites mediante una artimaña táctica: la de la democracia radical

La noción de «socialismo» a la que apela MRM, extraída de Laclau, no es ya para nada la noción de socialismo que encontramos, por ejemplo, en la filosofía de la praxis de Gramsci. Esto lo deja claro Jorge Sanmartino, por ejemplo, en su lectura crítica de Laclau:

El populismo de Laclau lleva inscrita una contradicción no resuelta. En teoría nada impide que las formas populistas de la constitución de un pueblo puedan adoptar la simbología y la ideología socialista, si ella pudiese alcanzar el status de un equivalente universal y se volviese el significante constituyente de todas las demandas particulares. Un populismo de izquierda podría ser la vía de una revolución socialista. De hecho Laclau menciona en sus primeros trabajos sobre el populismo una vía de este tipo al afirmar que el socialismo, parafraseando a Lenin, sería la etapa superior del populismo. Sin embargo sus trabajos fundamentales están orientados a demostrar que una perspectiva clasista es incapacitantemente estrecha para alcanzar un ampliación de la cadena de equivalencias. Ese motivo lo lleva a reivindicar las tentativas de eliminar el contenido clasista como la realizada por el PC italiano de Togliatti con la política de frente popular de la segunda posguerra. Al radicalizar a Gramsci, para quién una articulación hegemónica debía realizarse mediante la extensión del principio clasista a todas las clases subalternas, Laclau exige la ruptura de toda lógica clasista para lograr un estiramiento de la cadena equivalencial que, ambigüedad mediante, represente como significante vacío a toda al cadena de demandas democráticas. Es inevitable que en esta lógica de la articulación populista, el principio general, no explicitado, sea la coalición policlasista y la erradicación del antagonismo clasista. Mientras en teoría el socialismo sería el populismo químicamente puro, en la práctica fue eliminado como horizonte social e instrumento político.  (Fuente: http://bit.ly/2rRpORx).

Imagino que eso es lo que le plantea a todos esos «pequeños, medianos y grandes empresarios que hasta ahora han visto en el pueblo organizado y en la izquierda un potencial peligro para la construcción de un genuino Estado de derecho». Imagino también que a eso se refiere cuando insiste que su propuesta de «capitalismo democrático», como elemento central que puede homogeneizar lo que Laclau llama una  «pluralidad de demandas democráticas», es solo una «artimaña táctica» que, después de llevar el ideario liberal a sus «límites radicales», resultaría en un «socialismo» que, en realidad, ha roto con la lógica clasista que lo ha animado hasta el presente. Porque si no estuviera proponiendo un «socialismo» laclaudiano que ha roto con la lógica de clase como meta estratégica última de su chirmol liberal, entonces estaría proponiendo un socialismo que realmente amenazaría de nuevo al Estado de derecho – sobre todo su régimen clasista de propiedad privada y acumulación de capital como modo dominante de operar – que todos estos empresarios quieren construir para darse «certeza jurídica» y para ser incluidos dentro del proceso globalizador por la clase capitalista transnacional. Si no estuviera proponiendo un socialismo nominal, sin contenido de clase, ¿está MRM también proponiendo convertir a sus «capitalistas democráticos» en empresarios socialistas?

Por cierto, el hecho de que pretenda basar este ideario liberal que dice puede llevarnos al socialismo en el trabajo de Laclau y Mouffe (y, por medios de ellos, en una versión problemática, «populista» de Gramsci) no me impresiona. Primero, porque Laclau y Mouffe mismos nos ofrecen una lectura problemática de Gramsci y lo que significa no solo la democracia radical sino también la hegemonía y el socialismo; segundo, porque MRM no los lee correctamente, mucho menos a Gramsci, y por tanto aplica sus ideas mecánicamente al contexto de Guatemala. Evidencia de ello, para la gente que conoce el trabajo de Gramsci de cerca, es la siguiente declaración – muy común entre la gente que dice conocer a Gramsci pero que en realidad no lo leen – de MRM: «La hegemonía se construye en la sociedad civil organizada.» Eso significa, de acuerdo a MRM, que «la sociedad civil está llamada a hegemonizar por sobre la sociedad política forjando un Estado que la represente, y no a reducirse a ser un grito destemplado por los financiamientos externos (cuando los hay) que sube de tono sin salirse nunca del cauce prescrito por sus financistas. La sociedad civil (no manipulada por la cooperación internacional) en Guatemala necesita converger en un interés nacional interclasista e interétnico que funde una democracia radical para abrir las puertas del futuro». Mi critica a esta lectura errónea de Gramsci está en otro lado (ver http://wp.me/p6sBvp-sP).

Aunque MRM trata de justificar su «ideario liberal» con la teoría de la «democracia radical» y el concepto socialista de Laclau y Mouffe, en lugar de hacerlo en base a una lectura cuidados y crítica del pensamiento lbieral más avanzado de hoy, está claro que falla en ese intento. Lo único que queda en la propuesta de MRM es un proyecto político de muy cuestionable procedencia teórica e ideológica, un «capitalismo democrático» incluso más diluido y más pobremente elaborado de lo que propone la gente a la que él llama «izquierda rosas», en realidad lo peor que ha producido en su calidad de alguien «negado por la izquierda oficial que firmó los Acuerdos de Paz» y que se volvió parte de esa «izquierda rosada» que hoy él rechaza; como un renegado de la mismita «izquierda rosada» (Semilla, etc.) a la que no puede ingresar abierta y públicamente sin traicionarse a sí mismo; y también como un advenedizo de la «derecha lila» en Guatemala a la que por el momento todavía no puede abrazar públicamente sin traicionar la memoria de sus compañeros caídos (Palma Lau, etc.) o de los pueblos y movimientos que fueron el blanco de sus tiros y víctima de todos sus atropellos genocidas. Es una propuesta que, entonces, resulta sospechosamente similar a la propuesta política del FREARE y de Povres y que MRM presenta como un proyecto común de «los demonizados». El incluso parece creer que su proyecto político representa un posible exorcismo de los demonios que acarrea toda esa clase política condenada que él ahora defiende. ¿Pues quién de todas las figuras que defiende MRM es el único que busca «retornar» a Guatemala sin enfrentar los juicios políticos por corrupción que demandan lo izquierda «políticamente correcta» o la «derecha lila» y oligárquica? Solamente el desmadre que se llama Serrano Elías.

Es en la coalición política FREARE/Povres que encontramos hoy militando a la gente que MRM cree que no podemos juzgar ni enjuiciar porque todos somos corruptos. Ahí está la verdadera izquierda de César Montes y Pablo Monsanto; la verdadera derecha militar de Francisco Ortega Menaldo, Alfredo Sosa Díaz, Otto Bernal, Rudy Tun, Víctor René Picón Echeverría, Otto René Quiñonez Carías y Oscar Platero Trabanino; los verdaderos y no oligárquicos empresarios  Juan Gutiérrez Strauss y los hermanos Rottman Chang; sindicalistas como Nery Barrios y Joviel Acevedo, dirigentes campesinos como Pedro Esquina o dirigentes estudiantiles como Ewin Estuardo Losley Johnson. Toda esta gente, sin duda, es gente que cabe perfectamente en el chirmol liberal de MRM aunque alguna de ella no sepa que ahí hay un truco político de MRM. Pero el resto de nosotros/as, quienes buscamos una Refundación desde abajo y desde izquierdas comprometidas con las mayorías sociales, en lugar de adoptar posiciones política o ideológicamente correctas, debemos seguir la lectura que MRM propone de Laclau y Mouffe y aceptar la lógica «radicalmente democrática» y el truco que la misma conlleva: «juntarlos en un discurso político que los haga coincidir en asuntos puntuales para que explote su contradicción en el mediano plazo mediante la puesta en práctica de la democracia radical».

Vamos Guatemala hacia la #RefundaciónYa desde abajo, democrática y rupturista

Marco Fonseca es Doctor en Filosofía Política y Estudios Latinoamericanos por parte de la York University. Actualmente es instructor en el Departamento de Estudios Internacionales de Glendon College, York University. Su libro más reciente se titula «Gramsci’s Critique of Civil Society. Towards a New Concept of Hegemony» (https://goo.gl/Oeh4dG).

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