El otoño del social-demócrata
Marco Fonseca
Edelberto Torres-Rivas nos dice:
«[E]l primer libro que publiqué, [Interpretación del desarrollo social centroamericano, 1973], fue escrito cuando la crisis y la violencia revolucionarias estaban gestándose. Cuando creíamos en el socialismo, en clave cubana, con más fervor que certezas. Ahora se publica este trabajo, cuatro décadas después, en que se ha vivido un te- rremoto histórico, teórico, personal: el socialismo se hundió en lo profundo por sus debilidades y virtudes; el marxismo debilitado en sus extraordinarios méritos teóricos busca sin encontrar aún las nuevas condiciones de su modernidad; la revolución centroamericana fue derrotada por su inherente imposibilidad histórica. De esa imposibilidad nunca percibida habla este trabajo. La revolución en Centroamérica era necesaria con la misma fuerza por la cual era inviable. Así, fuimos doblemente derrotados.» (Fuente: Prefacio, Revoluciones sin cambios revolucionarios, F&G Editores, 2011).
En una declaración que le quita toda agencia histórica, casi toda inteligencia y capacidad de entendimiento a la intelectualidad, la juventud y la militancia revolucionaria latinoamericana después de la Revolución cubana de 1959, Torres-Rivas descarta a los movimientos revolucionarios con un solo pincelazo: «La imitación desde el entusiasmo, la emoción, el sentimiento y la aventura condujo a miles de jóvenes latinoamericanos a diversos ensayos de improvisación suicida.» (Fuente: https://www.plazapublica.com.gt/node/2948).
Según esta visión del pensamiento revolucionario latinoamericano de los 60s a los 80s, no hubo en la región nada de teorización sólida, nada de análisis crítico, nada de interpretación seria, nada de debate y discusión entre las filas socialistas y comunistas de la juventud y la intelectualidad Latinoamericana y nada de crítica a la social-democracia. La gente de la izquierda revolucionaria simple y sencillamente se lanzó al abismo de la «improvisación suicida». Como en el caso de la gente indígena en Guatemala, a quienes Torres-Rivas describe así: «1) El indígena siempre fue aprehensivo con su cultura, y temeroso de los extraños. Lo que no generó relaciones de confianza. 2) O no plantearon bien las cosas. Para enfrentar al terrateniente hay que entenderse como campesino y no como indígena.». O sea, no entendieron ni su propia cultura, su identidad y la naturaleza de sus luchas políticas como tampoco el proyecto revolucionario más general y no se dieron a entender bien tampoco. Del mismo modo, en el caso de la gente que luchó por una revolución socialista/comunista, lo que prevaleció no fue la razón, la capacidad de entenderse a sí mismos/as o la posibilidad de darse a entender a su enemigo. Todo lo contrario, lo que prevaleció fue «el entusiasmo, la emoción, el sentimiento y la aventura». No hubo nada de esa «objetivad científica» que solo proviene de «la actitud neutral frente a los hechos» (la actitud de los socialdemócratas), esa capacidad de «medir» y «cuantificar» lo hechos sin la intervención de los valores culturales, los principios políticos o de «arraigadas convicciones ideológicas» (la actitud de indígenas, socialistas y comunistas). Lo que no entendió toda esta gente indígena o revolucionaria, y lo que es preciso entender hoy como lo propone la socialdemocracia, es que la revolución no debía – porque no podía y porque no puede – ser socialista sino solamente, como supuestamente fue el caso de Nicaragua, «democrática-popular».
Yo creo que es de ese derrotismo personal, hoy todavía más fuertemente revestido con el lenguaje de la «objetividad científica» (una versión diluida de lo que propone un Popper cuando opone razón a revolución – ver http://bit.ly/2w9kECe), que nace la apuesta política «de cuarta edad» de Torres-Rivas. Con esto cierra su círculo existencial y retorna al punto de partida ideológico de su vida, ya alcanzado incluso previo a su muy estimulante trabajo de 1973 que estuvo todavía inspirado por algunos conceptos claves del materialismo histórico. Se trata pues del retorno a un futuro pasado, a una reconstrucción de lo que Torres-Rivas vivió en Costa Rica como el momento dorado de la socialdemocracia latinoamericana, similar a la socialdemocracia venezolana de los 70s. Lo curioso, por supuesto, es que esa socialdemocracia en clave tica o adeca, o en clave pnudista (ver http://wp.me/p6sBvp-vW; http://wp.me/p6sBvp-90), no recibe de ningún modo el mismo grado de crítica científica y objetiva que ETR le reserva a ese «socialismo en clave cubana» que todo socialista arrepentido o socialdemócrata reconverso utiliza como piñata para justificar sus opciones políticas otoñales.
Pero, si el futuro realmente futuro no yace en la ruta de la socialdemocracia que propone ETR, entonces ¿dónde? En lo personal, creo que está en la ruta que los movimientos sociales mayoritarios (CPO, CODECA, Waqib Kej, ASP, etc.) están planteando. Pero no sin coordinación minima entre sí, en base a sus propuestas refundacionales así como en sus luchas y demandas contra el cacifismo y la globalización neoliberal y extractivista. Y tampoco sin coordinación mínima con colectivos urbanos progresistas y de estos últimos entre sí. Estas son las bases de lo que muy provisionalmente he llamado «el Partido de la Refundación» (ver http://wp.me/p6sBvp-81). Sí, es un proceso lleno de obstáculos y contradicciones, muchos creados por los mismos movimientos sociales y colectivos urbanos (heredados del pasado y reproducidos en el presente), otros puestos allí por las fuerzas de la hegemonía y la dominación cacifista. Es un proceso que mucha gente, incluso entre los movimientos sociales y colectivos urbanos, ya no digamos entre sus rivales políticos o enemigos de clase, dicen que es imposible. Pero ahí está la esperanza de un cambio real.
La ruta al futuro está pues propuesta. Por ello es lamentable que en Guatemala hayan hoy iniciativas políticas partidistas aisladas o proyectos políticos que plantean regresar al futuro pasado, ya sea como expresión de las viejas izquierdas revolucionarias o de intentos actuales, como lo propone ETR, por reconstruir una socialdemocracia «racional», sin ningún tipo de entusiasmo, emoción, sentimiento o aventura, pero todavía con rostro humano.
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Marco Fonseca es Doctor en Filosofía Política y Estudios Latinoamericanos por parte de la York University. Actualmente es instructor en el Departamento de Estudios Internacionales de Glendon College, York University. Su libro más reciente se titula «Gramsci’s Critique of Civil Society. Towards a New Concept of Hegemony» (https://goo.gl/Oeh4dG).
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