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Los discursos de Morales y Arzú Jr.

Los discursos de Morales y Arzú Jr.

¿Cómo se refiere Jimmy Morales a la restauración? ¿Que palabras usa en lugar de «normalización»? ¿Cómo entiende la guerra de posiciones?

Dijo que «recibió un país en crisis y que por tanto era necesario ordenar la casa y eso es lo que hemos hecho.»

Recordemos, sin embargo, que la operación ideológica central de la restauración es la inversión de los significantes claves de la coyuntura presente. Por ello, cuando Morales invoca a Augusto Monterroso, cambia el sentido del «dinosaurio» que ahora aparece como todos/as aquellos/as que apoyan la «forma tradicional de hacer política», es decir, el precario modelo de chequeos y balances del Estado neoliberal de derecho, el que la Cicig quiere transparentar y que Morales se niega, en la práctica, a reconocer. Cuando dice que un eje central de su camarilla de corruptos, tanto diputados/as como ministros/as y burácratas de alto y bajo nivel, ha sido la «transparencia y cero tolerancia contra la corrupción», hay que entender exactamente lo opuesto, es decir, que han hecho acciones para legalizar la corrupción y la impunidad que rayan en la locura y la imbecilidad (ver https://wp.me/p6sBvp-Lq; ver también https://is.gd/aKTScU). Cuando Morales dice que han hecho acciones de «lucha contra la corrupción, salud integral y educación», hay que entender que han hecho acciones que profundizan la crisis social de las mayorías sociales (recordar el desastre de El Cambray II y el torpe manejo del mismo bajo Morales); cuando dice que han hecho acciones en torno al «ambiente y recursos naturales», hay que recordar el ecocidio en el río La Pasión en abril de 2015, el desvío sistemático de ríos, el despojo de tierras para monocultivos e hidroeléctricas, la total falta de atención ambiental y/o ecológica, ya no digamos reguladora de los monocultivos y del extractivismo en El Petén, las Verapaces, Huehuetenango, Quiché, etc., todo bajo Morales. Cuando dice que han tomado acciones en torno a «seguridad integral», hay que ver las estadísticas de la «dura realidad» de Guatemala en la Declaración del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos Zeid Ra’ad Al Hussein al concluir su misión a Guatemala en noviembre de 2017 (ver https://is.gd/Fv48hw). Y cuando Morales dice que han hecho acciones para proveer la «seguridad alimentaria y nutricional, salud integral y educación de calidad pública», basta recordar el abandono total de la población rural, pobre y marginalizada y cómo, en lugar de educación, se están expandiendo las prisiones y los centros «preventivos» a donde condenan a jóvenes y jovencitas a una muerte prematura, violenta y que da la impresión incluso de ser planificada (recordar el Hogar Seguro Virgen de la Asunción). Y si en el camino se cometen errores, ya no digamos crímenes, siempre hay que recordar la filosofía cómica del presidente y cómo la misma resignifica las normas fundamentales del Código Penal: «Que se persiga al delito, no a la persona». Bueno, tal y como lo están haciendo con el gran arquitecto del genocidio en Guatemala, Ríos Montt.

Pero, por supuesto, como contrabandista de ideología prestada, como representante simbólico vacío del Estado neoliberal y corrupto y respaldado por un pelotón de transfuguistas deseosos, animados y contentos de escuchar a su «sargento García», Morales maneja el discurso del consenso dominante que él, de ninguna manera, construyó. Le ha sido dado, como un guión, por las fracciones dominantes del cacifismo que lo apoyan, e incluso por las que se le oponen. Por ello es que puede decir: «Hace ya casi un año comenzó en Guatemala  un renacer ciudadano, un despertar de los guatemaltecos, nos despertó el rechazo colectivo a la corrupción, esa enfermedad que nos carcomía». Morales es, pues, un promotor del discurso normalizador. Y este es un discurso que funciona mucho mejor cuando encuentra interlocutores entre la sociedad civil y las masas subalternas que lo adoptan, lo socializan y lo legitiman desde sus propias prácticas.

En efecto, la restauración no consiste solamente en «reclamar nuestros derechos» sino en «rescatar todas nuestras instituciones» que son, sin reformas profundas y estructurales, no solo inherentemente corruptas, excluyentes y opresoras, sino que también el medio principal para la explotación de los las instituciones, recursos y personal del Estado. Si se aceptan las reglas del juego, entonces es posible entender como progreso, como lo puso Óscar Chinchilla en su discurso de salida, «que durante su gestión se logró aprobar la Ley de Alimentación Escolar, que incrementó la inversión en la refacción escolar de Q1.11 por niño diario a Q3, las reformas que aumentan la edad mínima para contraer matrimonio a 18 años» al mismo tiempo que se dio un incremento escandaloso de la pobreza y la pobreza extrema demostrando que estos programas tienen otros fines y no el «desarrollo» o el bienestar de las mayorías sociales pobres. También sería posible comprender cómo, a pesar de las contradicciones entre las fracciones dominantes del cacifismo, las fuerzas de la restauración si depuración de todos modos implementaron reformas neoliberales al Código de Comercio «que facilitan el ingreso a la formalización de una empresa». Si todavía están barajando lo de las reformas a la Ley de Competitividad es porque no se va lograr mientras el resto del Cacif no se alinee, en lo fundamental, con la fracción actualmente en control del Estado. El mensaje de Morales es claro: «Invito a la oposición que nos está viendo por televisión que se oponga a todo lo que quiera, menos al desarrollo».

Si la clase media y las fracciones rivales de las elites aceptan los términos claves del consenso dominante, entonces es posible – como también lo dijo Arzú Jr. en su discurso de inauguración – «acercar el Congreso al pueblo». Las cosas que la plaza exige – como una reforma profunda y estructural a la LEPP – son imposibles de entrada porque pueden producir ruptura con los partidos dominantes y sus sistema político y electoral de dominación. Para Morales, sin embargo, «el poder debe ser ejercido por quienes fueron electos, no por presiones mediáticas o fácticas». Para el hijo del criollo, por su parte, «las obligaciones son de orden moral, y por eso son más importantes que los derechos». Pero mientras dicho «orden moral» no sea aceptado como el consenso dominante, mientras quieran las calles y las plazas imponer los derechos, hay peligro de que se agudice la guerra de posiciones y la crisis de hegemonía (ver https://wp.me/p6sBvp-Lx). Y de darse esto, hablando con el lenguaje colorido del machismo chapín, Morales dice que hay que actuar con «valentía» y «aportar juntos al desarrollo de Guatemala». De no ser valientes sino cobardes, estúpidos e imprudentes, hay que esperar la represión. Arzú Jr. dejó esto bien claro: no va a permitir que la calle, las plazas, los movimientos sociales les digan que hacer «bajo medidas de hecho o presiones».


 

Vamos Guatemala hacia la #RefundaciónYa desde abajo, democrática y rupturista

Marco Fonseca es Doctor en Filosofía Política y Estudios Latinoamericanos por parte de la York University. Actualmente es instructor en el Departamento de Estudios Internacionales de Glendon College, York University. Su libro más reciente se titula «Gramsci’s Critique of Civil Society. Towards a New Concept of Hegemony» (https://goo.gl/Oeh4dG).

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Foto: Esbin García, Prensa Libre

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