Yo opto por las despreciadas

Opto por estar con las samaritanas y no por los/as fariseos/as

¿Me pregunto quién hizo una vez lo mismo?

«¿Por qué hablas conmigo si soy samaritana? Los judíos no hablan con los samaritanos”. Jesús dijo: “Si supieras quién soy, me pedirías de beber, y yo te daría agua de vida”.

Por qué estos/a supuestos/as «cristianos/as» que hoy condenan a las mujeres de la marcha por la «vulva poderosa» no mejor les dicen: «Demen de beber». Pues es en la cara, el cuerpo, el mensaje de los/as condenados/as donde podemos tener un encuentro genuino, aunque sea fugaz, con lo eterno.

Fue a la Samaritana, no a los/as fariseos/as, a los/as evangélicos/as de su tiempo, a los/as «decentes» que no hablan con las mujeres de la poderosa vulva, esas «vulgares» que hicieron el ridículo de las fiestas de pascua, a quien JC le ofreció el agua que acaba con la sed de justicia negada, sed que busca acabar con torrentes de violencia masculina real y simbólica, esa agua que simboliza la justicia cumplida, lo que en ese momento se llamaba «vida eterna». Esa agua que está reservada solo para la gente que sufre a manos de los/as decentes, los/as religiosos/as, quienes cumplen con los ritos pero violan la ley del amor y la solidaridad, quienes van a sus iglesias pero dejan afuera, olvidadas y oprimidas, a las mayorías sociales pobres, las desnudas, las hambrientas y sedientas y las enfermas. Para esa gente y no para las mujeres de la vulva poderosa es para quienes está reservada la condena eterna.

Fue a la mujer sin marido, esa indecente casada cinco veces, esa que vivía con otro hombre más fuera del matrimonio y la familia convencional, que sin embargo trabajaba como muchas otras, esa que – junto a mucha otra gente de su pueblo, iban al cerro a meditar, es decir, el lugar considerado por muchos/as religiosos/as de ese tiempo como «equivocado» para practicar la religión de acuerdo a la tradición judía. Para JC, sin embargo, tanto una forma de meditar como la otra, una que practica «sin conocer» y la otra que lo hacía pretendiendo conocer, estaban equivocadas si no eran parte de un camino alternativo al cual la Samaritana ya estaba más cercana que la tradición judía misma, y al cual fue personalmente invitada. Por ello le dijo: «Pero ya llega la hora»… en alusión clara a que las cosas deben hacerse de modo diferente, no del modo dominante y opresor aunque se vista de religión o decencia.

Y fue ella, esa mujer despreciada, indecente, de la calle, siempre en peligro de ataques y asaltos en los caminos polvorosos de su tiempo, la que supo reconocer, mucho antes que la gente religiosa, educada, «decente», lo que significaba el encuentro que había tenido en el pozo comunitario.

Yo opto por las despreciadas.

Vamos Guatemala hacia la #RefundaciónYa desde abajo, democrática y rupturista

Marco Fonseca es Doctor en Filosofía Política y Estudios Latinoamericanos por parte de la York University. Actualmente es instructor en el Departamento de Estudios Internacionales de Glendon College, York University. Su libro más reciente se titula «Gramsci’s Critique of Civil Society. Towards a New Concept of Hegemony» (https://goo.gl/Oeh4dG).

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