La hegemonía en una democracia restringida y tutelada – leyendo a Žižek
Hay quienes dice que la hegemonía es algo así como “la estupidez de aquellos que se identifican plenamente con el sentido común, que apoyan sin fisuras al «gran Otro» de las apariencias.” Pero, en realidad, es más que estupidización.
Hay que dar un paso de la mera dominación, del sometimiento desnudo, a la sujeción deseada. Hay que pasar “del Terror revolucionario [de la guerra revolucionaria] a la moralidad kantiana [al Estado neoliberal de derecho ampliado]: el sujeto utilitario de la sociedad civil, el sujeto que quiere reducir el Estado a ser el guardián de su bienestar y seguridad privada, debe ser aplastado por el Terror del Estado revolucionario”. A su vez, y de modo mas profundo:
“el sujeto [la gente] debe reconocer en el Terror externo [la amenaza constante del Estado autoritario y luego el Estado ampliado], en esta negatividad que constantemente amenaza con aniquilarle, el propio núcleo de su subjetividad (universal); en otras palabras, debería identificarse plenamente con él. La libertad no es libertad de un Amo, sino el reemplazo de un Amo [el ejército] por otro [el cacifismo]: el Amo exterior [la dictadura militar] es reemplazado por uno interior [la auto-dictadura del sentido común como parte del consenso dominante]. El precio a pagar por esta identificación es, por supuesto, el sacrificio de todo contenido particular «patológico» [ya no hay anormalidad]; el deber debe cumplirse «por el deber mismo».”
Lo que tenía que lograr el proceso de paz y luego la construcción de la sociedad civil buena y permitida, no solo por actores domésticos sino también por la cooperación internacional, era la “inversión del Terror [la opción revolucionaria y la respuesta contra-revoluconaria] en moralidad autónoma [en ciudadanía, sociedad civil, incidencia, participación permitida, etc.]. Y esto fue en gran medida logrado con la construcción de la sociedad civil como parte del Estado ampliado. De ahí que sea esa sociedad civil la que hoy representa un obstáculo serio para el avance de los proyectos alternativos de abajo y de afuera.
Para mucha gente que militó en la guerrila o en sus círculos revolucionarios de influencia, gente que hoy controla muchas ONG de derechos humanos, medio ambiente o desarrollo, gente que tiene copado mucho espacio en la academia y gente que se ha venido metiendo como ministros, secretarios o consultores en varios gobiernos desde la firma de la paz, esta aceptación de su derrota implicó “una desesperada estrategia de convertir la derrota en triunfo: en vez de luchar heroicamente por los intereses vitales de uno mismo [de la clase, del movimiento, de las mayorías sociales], se declara preventivamente [por medio del reformismo y el extremo centrismo] una rendición total, y se abandona todo contenido.”
Una vez se logra la hegemonía, se consolida el consenso dominante y se restaura la normalidad, una vez se da el paso a esa “moralidad autónoma”, de todos modos “sigue habiendo un «gran Otro» en la democracia [tutelada y restringida]: el «gran Otro» procedimental de las reglas electorales, que debe ser obedecido sea cual sea el resultado –y este «gran Otro», esta confianza incondicional en las reglas, es lo que una política radical [rupturista, refundacional] amenaza con suspender.”
De este modo es que se logra consolidar el proceso de la elección de los electores en una democracia tutelada y restringida.
Fuente de citas: Slavoj Žižek, Menos que nada. Hegel y la sombra del materialismo dialéctico.
Vamos Guatemala hacia la #RefundaciónYa desde abajo, democrática y rupturista
Marco Fonseca es Doctor en Filosofía Política y Estudios Latinoamericanos por parte de la York University. Actualmente es instructor en el Departamento de Estudios Internacionales de Glendon College, York University. Su libro más reciente se titula «Gramsci’s Critique of Civil Society. Towards a New Concept of Hegemony» (https://goo.gl/Oeh4dG).
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