Marx contra el marxismo

En 1881, durante una entrevista con Karl Kautsky y casi en el umbral de su vida, Marx le contestó a Kautsky una pregunta sobre la posibilidad de una edición completa de sus obras. La respuesta de Marx fue: «En primer lugar, tendrían que escribirse» (ver David McLellan, Karl Marx: Interviews and Recollections, Barnes and Nobles Books, 1981, 153-156).

Años más tarde, haciendo eco de esas palabras, Gramsci escribió:

[Si] uno quiere conocer a Marx, uno debe buscarlo sobre todo en sus obras auténticas, publicadas bajo su propia dirección personal (Q4 §1).

Hoy, en el 200 aniversario del nacimiento de Marx, ya existen en Alemán los volúmenes recientemente publicados de la edición histórico-crítica Marx-Engels-Gesamtausgabe (MEGA-2) que contienen muchas obras publicadas pero obviamente que no bajo la dirección personal de Marx. ¿Es esto legítimo o no? ¿Qué Marx surge de todo este trabajo editorial reciente? ¿Cuál es su relación con «el marxismo»? Hay autores como Marcello Musto, por ejemplo, que argumentan que después de la desintegración de la Unión Soviética, Marx fue considerado como «un pensador condenado al olvido sobre el cual todo ya se había dicho y escrito». Sin embargo, «la crisis económica internacional de 2008 favoreció un retorno a su análisis del capitalismo, y los volúmenes recientemente publicados de Marx-Engels-Gesamtausgabe (MEGA-2) han proporcionado a los investigadores nuevos textos que subrayan el abismo entre la teoría crítica de Marx y el dogmatismo de muchos Marxismos del siglo XX». Por ello un exámen detallado de estas obras nos ofrece la posibilidad de construir «otro Marx» basado en trabajos que hasta hoy habían quedado inéditos o eran totalmente desconocidos.

A pesar de la forma no finalizada del trabajo de Marx, lo que se debió a muchas circunstancias pero también a su propio e imparable auto-crítica y constante «auto-revisionismo», Marx publicó poco pero dejó un enorme legado de trabajo inédito. Una anécdota muy conocida sobre el carácter despiadado de la auto-crítica de Marx (y sus dudas, también, con respecto a tratar de popularizar su trabajo y desfilar la agudeza de su crítica para beneficio del público en general) va del siguiente modo:

Mientras se preparaba para [enviar El Capital] a la imprenta en 1867, sugirió que su amigo Friedrich Engels leyera «La obra maestra desconocida» de Balzac. Fue una recomendación sardónica. La obra maestra desconocida cuenta la historia de un pintor que pasa décadas trabajando en una sola pintura en un esfuerzo por representar de manera perfecta la realidad. Cuando un compañero artista desprecia la pieza como ininteligible, el pintor la destruye apresuradamente en un incendio y muere poco después. (Fuente: https://is.gd/9OoK7m).

Otra versión, un poquito diferente, va del siguiente modo:

En realidad, [Engels] no parece haber entendido la importancia de las notas, los borradores y los esbozos, que Marx retoma y completa sin fin. Una carta a Engels del 25 de enero de 1867 aporta sin embargo un índice al respecto, con el pretexto de un consejo literario: le recomienda leer una corta novela de Balzac, La obra maestra desconocida (1831), que pone en escena a un pintor que corrige sin cesar el retrato de su modelo, de tal modo que su lienzo se vuelve prácticamente indescifrable, para decepción del público. (Fuente: https://is.gd/ttQlb7).

A pesar de este consejo, después de su muerte en 1883, Engels llevó a cabo precisamente una sistematización de ciertos trabajos de Marx, muy particularmente de los dos últimos volúmenes de El Capital. Y con esto creó la impresión de un trabajo «completo», sistemático y doctrinario. En otras palabras – expresadas una vez por Lenin – así nació el marxismo como «el sistema de las ideas y la doctrina de Marx».

¿Todavía sigue siendo Marx tratado de este modo hoy a pesar de la llamada «crisis del marxismo», el derrumbe colosal del «socialismo realmente existente» de la vieja Unión Soviética así como del resto de Europa del este y la conversión de muchos partidos comunistas, y no solo en Europa, en defensores de la socialdemocracia? Sí y el trabajo del «Harvey tardío», aunque se presente como un trabajo anti-dogmático y anti-productivista, lo demuestra más allá de toda duda. En palabras de uno de sus discipulos, Jerome Roos, director de Roar Magazine:

La contribución clave de «La locura de la razón económica» gira en torno a un intento de visualizar esta lógica dinámica del capital por medio de una analogía de las ciencias naturales: el ciclo hidrológico. Como el agua, observa Harvey, el capital constantemente se mueve. Además, a medida que circula, cambia continuamente de forma, sin perder nunca su esencia. En el punto de partida del proceso de circulación, el capital aparece como dinero. Luego reaparece en el siguiente momento como medio de producción y fuerza de trabajo, que a su vez se moviliza para producir una mercancía a la venta en el mercado, después de lo cual el capital vuelve a su forma original como dinero. Posteriormente, este dinero se redistribuye a diferentes demandantes (como salarios, impuestos, ganancias, renta e intereses), para ser devuelto a la circulación a través del consumo, el gasto estatal y la inversión productiva.

Esta visualización permite a Harvey reconstruir el marco analítico presentado en Capital como un todo coherente e integrado, desarrollando un caso convincente de que los tres volúmenes deben leerse como partes constitutivas de una totalidad, cada uno centrado en un «momento» diferente en el proceso general de circulación de capital, a saber, producción (Volumen I), realización (Volumen II) y distribución (Volumen III). (Fuente: https://roarmag.org/?p=53486).

La metáfora hidrológica del capital – que no tiene que ver directamente con los ciclos de la naturaleza que Marx estudia, coincidentalmente, en los capítulos 13 del primer y segundo volúmenes de El Capital – resulta sin embargo siendo tan estructuralista como el estructuralismo que la misma pretende superar. La noción de que, al nivel agregado o a nivel de la totalidad «el sistema capitalista depende del crecimiento sin fin para su supervivencia», sin ninguna mediación práctica – la mediación del proceso hegemónico – es una noción profundamente equivocada y políticamente peligrosa. Así como solo sería posible hablar en términos metafóricos del vapor – o cualquier fenómeno natural – como un fetiche, de igual modo solo es posible hablar del valor como fetiche, en esta interpretación del capital, en términos metafóricos. Hacerlo de otro, por supuesto, no sería «ciencia».

La visión espacialista y geografista del capital pierde, sin embargo, lo que Marx – y Gramsci después de él – consideraban como más importante para su reproducción y afirmaron con mucha insistencia para su transformación, desde la octava Tesis sobre Feuerbach: «La vida social es, en esencia, práctica. Todos los misterios que descarrían la teoría hacia el misticismo, encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esa práctica.» Para evitar las mistificaciones de la «ciencia» natural, el mismo Marx empieza a hablar ya a partir de 1852 de «formaciones sociales» – e incluso de «formaciones económicas» como en el capítulo 14 del primer volumen de El Capital – en lugar de solamente «modos de producción», precisamente para retener y expandir la idea de lo práctico-social, lo mismo que Sartre, mucho más tarde, investigaría por su transformación en lo «práctico-inerte». Quizás este re-descubrimiento de lo social y lo «aleatorio» en el pensamiento de Marx llevó también al último Althusser a afirmar, de modo opuesto a lo que una vez había expresado en términos estructuralistas en Para leer El Capital: «Lo fundamental aquí es destacar que el modo de producción surge de un encuentro contingente, no de leyes de la Historia» (Para un materialismo aleatorio).

Pero con la pérdida del elemento práctico, «fenomenológico» o contingente, en la interpretación de El capital y en el pensamiento de Marx también se pierde la centralidad de fenómenos sociales que le importaron mucho a Marx como el fetichismo (que Harvey califica en alguna parte como de una mera estilización retórica y poética en Marx) o a Gramsci como la hegemonía (que mucha gente confunde ya sea con ideología o con dominación a secas), para mencionar solo algunos. Sin estos fenómenos estrictamente sociales, prácticos, el capital y el capitalismo – una distinción en la que insisten pensadores críticos como István Mészáros – simplemente no pueden reproducirse infinitamente. El misticismo sistémico de Harvey es, pues, otra etapa más en la larga e histórica pérdida de la práctica, de la experiencia y del «espíritu» en la metamórfosis de Marx en marxismo.

No solo, pues, se rehusaba Marx a completar mucho de su trabajo sino que también rechazada los esfuerzos por hacerlo más suave y más inteligible para el público general. A pesar de lo poco que publicó y las resistencias de Marx mismo, en las postrimerías de su vida y de su pensamiento, a totalizar su pensamiento y convertirlo en una doctrina o un sistema social completo, nació «el marxismo», luego el «marxismo-leninismo» y más tarde incluso «el marxismo occidental» del cual gente como Harvey son herederas directas. Y es por esto y por muchas otras razones que la publicación de la nueva edición de los trabajos de Marx (MEGA-2), que empezó en 1990, con casi la mitad de estos escritos aún inéditos incluso en alemán, nos da la oportunidad de regresar a un Marx fresco y todavía no filtrado por Engels o por el marxismo. Solo de El Capital y todos sus trabajos preparatorios, por ejemplo, se han publicado 15 volúmenes! (Volúmenes II/1 a II/15). Todo lo que creíamos que ya sabíamos de El Capital, particularmente como lo presentan y popularizan teóricos como David Harvey, tiene que regresar al principio y pensarse de nuevo.

Si hoy queremos regresar y leer a Marx mismo de nuevo, ya no tenemos que contentarnos solo con las obras publicadas bajo su dirección personal sino también las que fueron pensadas bajo su propio impulso y creatividad aunque hayan sido dejadas, como Marx mismo dijo sobre La ideología alemana, en su prefacio a la Contribución de 1859, a «la crítica roedora de los ratones». En cierta forma, pues, Dussel tiene razón en llamar a este Marx, el «Marx desconocido». Pero hoy tenemos que regresar a Marx contra el propio marxismo y tenemos también que hacerlo – como dijo Gramsci – «contra El Capital» conocido.

 

Marco Fonseca es Doctor en Filosofía Política y Estudios Latinoamericanos por parte de la York University. Actualmente es instructor en el Departamento de Estudios Internacionales de Glendon College, York University. Su libro más reciente se titula «Gramsci’s Critique of Civil Society. Towards a New Concept of Hegemony» (https://goo.gl/Oeh4dG).

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Foto: The Guardian

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