Cultura, intelectuales y Refundación

¿Por qué no hay suficientes intelectuales en Guatemala, en las áreas humanísticas y sociales, con espacios y oportunidades para crecer y desarrollarse? Por el total desdén que existe en el país por el desarrollo autónomo y crítico de la razón práctica.

Podemos encontrar dicho desdén incluso en las universidades donde predomina la cultura positivista y pragmatista del «conocimiento aplicado» como ocurre con la adopción de los campos «STEM» como paradigma central del conocimiento (ver https://is.gd/O4iGsu). ¿Qué es STEM? Una universidad de Guatemala lo presenta así: «Es una solución educativa que ayuda a los estudiantes a tener éxito en su vida profesional. STEM es la integración de las materias de Ciencia, Tecnología y Matemática, utilizando el proceso de diseño de la Ingeniería para crear soluciones innovadoras. Este enfoque es importante ya que en el mundo laboral es necesario estar preparado en más de una serie de temáticas aisladas. Los proyectos STEM buscan resolver problemas reales en equipo, requieren saber hacer las preguntas correctas y utilizar estrategias adecuadas de investigación» (ver https://is.gd/t8f1rB).  Lo que hay aquí es una adaptación académica, nacional, a lo que crecientemente demanda el capitalismo neoliberal y globalizado. Es en estos campos, también, donde hay más financiamiento del capital nacional y más apoyo internacional. Esto es hoy lo dominante.

Pero también lo encontramos, desafortunadamente, entre los movimientos sociales de abajo entre cuyas filas hay gente que sigue viendo en el quehacer teórico, ya no digamos filosófico, sobre todo crítico, nada más que especulación y pura pérdida de tiempo que no lleva a «actuar». El presupuesto aquí es que el «hacer» de alguna manera precede y determina al «pensar» y que «existir» viene antes que «ser». De aquí surgen varias tendencias culturalistas centradas en concepciones no problematizadas de lo inefablemente comunitario e inmemorial. No estamos hablando aquí, como lo proponía Walter Benjamin, de «recuperar una apreciación del mito» dentro de la modernidad crítica como parte de la descolonización de los saberes y las prácticas sino, más bien, de hacer del mito una vez más el centro epistemológico de la recuperación de los supuestamente pre-colonial como si hubiera sido algo íntegramente orgánico, pacífico y balanceado. En esto juegan su papel quienes surgieron en los años 1990s – para usar el lenguaje de la antropóloga Kay Warren – como «intelectuales panmayanistas» y que hoy se identifican como abyayalistas. De aquí, desde el interior de las mismas luchas anticolonialistas o descolonizantes que hoy constituyen punta de lanza en muchas formas de resistencia comunitaria y social, también surgen nuevas formas dogmáticas de hacer y pensar al mismo tiempo que se retiene instituciones y prácticas sociales que refuerzan el sistema dominante.

Esto, en las universidades, es producto del estado de miseria de la razón pragmática y utilitarista que hoy las domina. Entre los movimientos sociales, esto es parcialmente el producto de una historia de exclusión y marginalización, una historia repetida de colonización, violencia y constante represión que demanda la reivindicación de lo propio como fundamento incuestionable de lo real. ¿Cuántos/as líderes intelectuales de abajo o comprometidos/as con los/as de abajo no han sido «desaparecidos/as» para dejar, en su espacio, una cultura de miedo y terror que no es nada propicia para cultivar el pensamiento crítico? Pero también se trata de una condición ideológica y hegemónica que ha sido sistemáticamente impuesta desde arriba y con el consentimiento pasivo de los abajo. Es esta condición la que mantiene a mucha gente en una situación pre-crítica (y hoy, debido a la influencia de un posmodernismo culturalista manualero, «post-crítica») de la praxis y la razón como si fuera su condición «natural».

Claro, también encontramos entre los/as de abajo eso que hoy varios/as teóricos llaman las «epistemologías del sur» o «saberes» alternativos que desafían los cánones dominantes tanto de origen criollo como de origen transnacional. Pero esto es producto de un desarrollo crítico consciente, lento, estudiado, por parte de intelectuales orgánicos/as que han venido pacientemente trabajando desde lo local, desde las comunidades, desde los movimeintos sociales, donde han tenido algún espacio autónomo y a veces paradójicamente financiado desde afuera, sintetizando la experiencia en diálogo crítico con pensadores/as de otras latitudes. De aquí, en parte, emergen los proyectos refundacionales. Pero a esto le falta mucho por socializarse e integrarse a la práctica cotidiana y formas de pensamiento espontáneo de las mayorías sociales. Afuera de estas epistemologías y proyectos refundacionales del sur impera el sistema de la realidad existente. Por eso tienen gran ventaja, incluso entre los/as de abajo, las fuerzas hegemónicas del sistema, desde el extremo centrismo hasta el conservadurismo incluso en sus versiones extremas, militaristas y contra-insurgentes.

Para el sistema discursivo dominante es preciso celebrar, aunque sea lentamente, la ignorancia de las masas disfrazada de «costumbre», «tradición» o «cosmovisión». Dentro del sistema de dominación estas prácticas se convierten en expresión de un multiculturalismo feliz donde todos/as caben y donde toda creencia es igualmente legítima y aceptable sin importar cuán mitológica, medieval, absurda o irracional pueda ser, porque se trata de un mercado de culturas donde todo mundo escoge lo que quiere o con lo que nació. Dentro de un sistema cultural de caracter mercantil las culturas se fetichizan y se refuerzan estos patrones perversos de sometimiento hegemónico.

Guatemala require de una reforma moral e intelectual profunda que toque tanto a los/as de arriba como a los/as de abajo. Esto también es parte de la Refundación.

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