Curiosidades antropológicas

Curiosidades antropológicas

¿Cuánto de la antropología gringa sobre “los mayas” de Guatemala está escrita para el consumo de la academia, los mercados de publicación, el público e incluso el gobierno o las agencias de desarrollo/investigación gringas?

Siempre me ha llamado la atención el hecho de que muchos/as de los antropólogos gringos que dominan ese campo, que controlan o monopolizan las asociaciones y conferencias sobre el tema, que siempre se reúnen entre ellos/as y sus más leales discípulos/as – incluyendo a sus estudiantes mayas, ladinos/as y ocasionalmente “blancos/as” (con conciencia de “su diferencia”) de Guate – para ir de cena u organizar talleres, comparten presupuestos liberales, si mucho pseudo-socialdemócratas. Y con esos presupuestos, aunque nunca explícitamente discutidos excepto de modo secundario por medio de la elección de sus fuentes y la discusión de sus influencias teóricas, hacen su investigación “de campo”.

Recuerdo cuando entre la academia crítica de la USAC, sobre todo – no lo niego – la más marxista, se hablaba y se lamentaba la tremenda influencia de lo que Humberto Flores Alvarado llamaba el “adamcismo” en la antropología chapina. Creo que esta variante de culturalismo funcionalista desplazó a la naciente antropología crítica, incluso fuera de la USAC, como la vemos ejemplificada, por ejemplo, en Aura Marina Arriola. A principios de los 60s ella trabajó como directora técnica del Instituto Indigenista pero por su militancia en las FAR paró exilada desde 1964 y por gran parte de su vida en México y Cuba. Desde el exilio ella publicó trabajos como “Lineamientos de clase social en un pueblo ladino rural de Guatemala” en 1967 y su “Secuencia de la cultura indígena guatemalteca” en 1968. Después de estos trabajos, si no me equivoco, no publicó otra cosa estrictamente antropológica hasta los 90s (ver, por cierto, su biografía “Ese obstinado sobrevivir” [2000, p. 51], que inicia con un epígrafe de Gramsci, muy brillante). Y recuerdo, también, cuando conocí al mismo Richard Adams en una de tantas de esas conferencias de LASA en Estados Unidos quien, en medio de una conversación casual, en la que por cierto también estaba presente Christopher H. Lutz, no dejó de externar sus criterios profundamente anti-marxistas y sus antipatías para con antropólogos/as y otros/as académicos/as – sobre todo chapines – que encontraban en una u otra forma de marxismo o Teoría Crítica la inspiración para su trabajo.

¿Acaso no sigue esto vivo en CIRMA, fundada en 1978 por Christopher Lutz y William Swezey (con colaboración de Julio César Pinto Soria, Julio Castellanos Cambranes y Stephen Webre), aunque por supuesto enterrado dentro de una agenda más amplia de investigación y colección de trabajos sobre ciencias sociales en Mesoamérica? ¿Y acaso CIRMA, cuando estuvo bajo la dirección de Tani Adams (hija de Richard Adams y quien fue sin duda gran inspiración para muchos/as) desde 1996 y después, con un agenda más amplia de trabajo (como lo demostró la exposición ¿Por qué estamos como estamos?), no sigue sin embargo siendo un centro de catalización y diseminación de ideas de gente que, en mayor o menor grado, continúan en una u otra vertiente del adamcismo ampliado? Claro, hay nuevos estilos e influencias, nuevas modas de pensamiento, ciertas innovaciones etnológicas, nuevas formas de discurso antropológico, sacando términos de un Michel Foucault o de una Judith Butler, pero mucho de esto dependiendo de los cambios en los vientos y estilos académicos de Estados Unidos.

¿Acaso no es el indigenismo chapín, ese que buscaba la integración de la gente indígena a la sociedad, ese que llegó a su apogeo al mismo tiempo que recibe su fundación por Arévalo y la Revolución de Octubre en el Instituto Indigenista Nacional en 1945 (con Antonio Goubaud Carrera, joven antropólogo entrenado en Chicago, con pocas ideas propias en ese momento pero con una mentalidad colonialista y paternalista que buscaba “protección” para los indios, como su primer director), ese que se inspiró parcialmente en el indigenismo mexicano, realmente un legado de esa antropología gringa que, aunque el instituto haya dejado de existir en 1988, sigue todavía dominando ese campo de estudios?

¿Acaso no sigue vivo, en muchas formas, incluso después de los Acuerdos de Paz, el ideal del Seminario de Integración Social Guatemalteca (fundado en 1955) que buscaba ofrecer soluciones al “problema” étnico en Guatemala? La idea de que los pueblos indígenas son un “problema” con una cultura “cuyos valores positivos deben protegerse, pero a los cuales es preciso estimular para que eleven su nivel cultural, social y económico y concurran en mejor forma a la integración de una fuerte nacionalidad” es hoy, claro, anacrónica. Pero su espíritu integracionista y “humanista” – y detrás de esto colonizador, depredador y extractivista – sigue con vida. Hoy, claro, ya no se habla solo de “integración” o “cosmovisión” sino que también de identidades indígenas, memorias del mestizaje, culturas performativas, construcción de identidades, derechos de los pueblos indígenas o Derecho Maya y desarrollo sostenible. Las cosas han sido actualizadas un poco. El espíritu sigue siendo el mismo.

En cierta forma, como también lo demuestra el trabajo de CIRMA, los/as antropólogos y cientistas sociales gringos o sus discípulos/as en Mesoamérica también participan en políticas de promoción democrática. En 2002, por ejemplo, CIRMA inició el Programa de Liderazgo y Desarrollo Social para América Latina y el Caribe, financiado por la Fundación Kellogg, para “contribuir al desarrollo social de la región a través del fortalecimiento de las habilidades de liderazgo en miembros clave de organizaciones sociales” (Fuente: Wikipedia). Este tipo de actividades y proyectos de apoyo a la buena sociedad civil realmente me causan mucha inquietud y cierta preocupación. Igual que la promoción de un multiculturalismo (o “interculturalismo”) confeccionado a la yanqui: “¡Nuestra Diversidad es Nuestra Fuerza!” con énfasis, en buen espíritu liberal, en la “Reconciliación Social”.

Claro, las cosas son siempre más complejas y matizadas de lo que aparecen a primera vista y eso incluye a la antropología chapina y “think tanks” como CIRMA. Las instituciones que menciono arriba, desde el IIN hasta CIRMA y otras que no toco en este comentario han hecho y siguen haciendo contribuciones importantes al conocimiento y las ciencias sociales en Guatemala. La reciente, muy histórica en sí misma, “presentación del Libro Segundo del Cabildo con la transcripción completa del manuscrito del siglo XVI que lleva el mismo nombre y contiene las actas del Cabildo de Santiago de Guatemala desde mayo de 1530 hasta septiembre de 1541”, a cargo de la historiadora estadounidense Wendy Kramer, es un ejemplo de ello. Pero las curiosidades antropológicas de las que hablo en este comentario no dejan de hacerme pensar en lo que está pasando detrás del telón y la tarima, no dejan de hacerme pensar en las dinámicas del extractivismo epistemológico.

Marco Fonseca es Doctor en Filosofía Política y Estudios Latinoamericanos por parte de la York University. Actualmente es instructor en el Departamento de Estudios Internacionales de Glendon College, York University. Su libro más reciente se titula «Gramsci’s Critique of Civil Society. Towards a New Concept of Hegemony» (https://goo.gl/Oeh4dG).

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