Restauración, izquierda inútil y extremo centrismo
En 2016 escribí una pieza para El Observador donde introduje varios conceptos que se han vuelto centrales en mis críticas a los proyectos políticos que han surgido en Guatemala desde 2015.
“Estamos viviendo en tiempos de continuidad, tanto en el régimen político como en el modelo de dominación neoliberal cacifista como un todo, y esto requiere un cierto pesimismo de la inteligencia. Bajo el gobierno de Jimmy Morales y el FCN-Nación asistimos, franca y abiertamente, a la comedia trágica de una restauración reaccionaria. A pesar del Evento de las protestas ciudadanas masivas de 2015 y las elecciones de 2015, en base a un sistema electoral diseñado precisamente para ello, permitieron la renovación y restauración de la clase política dominante con el agregado inicialmente inesperado de un giro más drástico hacia la derecha reaccionaria y militarista. En el momento presente de ese continuismo y de esa restauración reaccionaria, entonces, hay que demandar lo que los portavoces de dicho régimen nos dicen que es imposible pero sin caer, claro, en los peligros igualmente amenazantes, paralizantes y auto-destructores ya sea del “izquierdismo” o del “extremo-centrismo”.
El primero, como bien nos lo recuerda [Pablo] Iglesias…
…nunca ha dejado de ser una de las más peligrosas aflicciones de la izquierda.
Se trata de ese izquierdismo que se auto postula como…
…defensor de la pureza de los principios, de los símbolos y las fraseologías tendentes a convertir los referentes teóricos en catecismo.
Y, al mismo tiempo que ese izquierdismo se postula como defensor y garante de la pureza de los principios, alberga algo que solo podemos llamar un pesimismo de la voluntad. Se trata del pesimismo de una izquierda acostumbrada a la derrota, aclimatada a los guetos de la exclusión, adiestrada en el sectarismo paralizante y la paranoia ideológica, y socializada en el caciquismo y el culto a la personalidad de una intelectualidad jesuítica de parroquia, cuyo sentido de auto importancia no parece tener límite o quien pueda limitarlo. Para esta izquierda nunca hay condiciones, nunca hay unidad, nunca hay chance de forjar un proyecto nuevo y siempre entran en procesos de organización con un pesimismo de la voluntad que deja poco espacio para construir los puentes que permitan la construcción colectiva del poder constituyente. El miedo intelectual a perder seguidores/as fieles, ya sea en la universidad, el centro de investigación o en las redes sociales, es perfectamente compatible con el recelo político cuando se empiezan a forjar nuevos liderazgos autónomos [entre] quienes solo parece ser posible de calificar de títeres y marionetas del Imperio. A esto hay que contraponerle, para empezar, la ética impura del acto político gramsciano centrado en la consigna que aquí nos ocupa.
El segundo peligro a evitar, sin embargo, es el peligro de lo que Tariq Ali llama el “extremo centrismo” que es, en realidad, una expresión de “la Tercera Vía y la defensa de un “capitalismo de rostro humano”, peor aún que un neoliberalismo con rostro humano, una expresión de la socialdemocracia convertida en un “social liberalismo” que se constituye así en la mejor forma en que se disfraza la hegemonía y que ante una crisis de hegemonía puede resultar, como lo demuestra la historia, en una restauración reaccionaria.
Y no hablo solo de la hegemonía en su sentido común, es decir, como dominación exitosa y consensuada de un grupo dominante por sobre grupos subalternos sino que, más bien, hablo de hegemonía en el sentido más profundo que le da Gramsci a este concepto, es decir, como la ilusión de escoger libremente los universalismos morales, políticos e ideológicos del Bloque Histórico dominante, creyendo que son el producto de la libertad individual misma de “los de abajo”. Aunque los/as teóricos más reconocidos e influyentes del gramscismo contemporáneo nos digan y repitan que para Gramsci la cultura es un terreno crucial de batalla, nunca abren el ataúd de la subjetividad misma a efecto de descubrir allí el zombie hegemonizado, el “muerto viviente”, que yace dentro de la misma y que opera en base a la ideología del sometimiento libre –una ideología de cuño agustiniano–, ya sea en sus formas extremas bajo distintas modalidades de fascismo o en sus formas moderadas bajos distintas modalidades de liberalismo y neoliberalismo consumidor. La crítica al sujeto hegemonizado nos interpela entonces a desarrollar una política alternativa de actores sociales colectivos.
Estos, pues, son peligros a los que puede dar lugar una crisis de hegemonía y el peligro de la hegemonía misma que funciona de modo subjetivo como un proceso de sometimiento libre a la dominación.”
Fuente: La opción de la Refundación y el Buen Vivir en Guatemala -Segunda parte- pp. 90-91. Disponible aquí – https://wp.me/p6sBvp-xo
Vamos Guatemala hacia la #RefundaciónYa desde abajo, democrática y rupturista
Marco Fonseca es Doctor en Filosofía Política y Estudios Latinoamericanos por parte de la York University. Actualmente es instructor en el Departamento de Estudios Internacionales de Glendon College, York University. Su libro más reciente se titula «Gramsci’s Critique of Civil Society. Towards a New Concept of Hegemony» (https://goo.gl/Oeh4dG).
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