El emperador se quedó desnudo: De Maquiavelo a Stenterello
Para mi, una de las mejores formas de entender el surgimiento, naturaleza y perversidad moral y política de Jimmy Morales es, prestando el lenguaje de Gramsci, en el proceso que dejó desnudo al Estado ampliado y la necesidad de una restauración que, en la coyuntura presente, ha llevado de Maquiavelo a Stenterello.
Cuando las cosas son “normales”, no solo cuando la ideología dominante ejerce su máxima influencia, sino que también cuando el proceso hegemónico – como el proceso de acumulación de capital – ocurre con máxima eficiencia, así mas o menos son las cosas:
El ejercicio “normal” de la hegemonía en el terreno que ya se ha vuelto clásico del régimen parlamentario, se caracteriza por la combinación de la fuerza y del consenso que se equilibran diversamente, sin que la fuerza domine demasiado al consenso, incluso tratando de obtener que la fuerza parezca apoyada en el consenso de la mayoría, expresado por los llamados órganos de la opinión pública -periódicos y asociaciones los cuales, por lo tanto, en ciertas situaciones, son multiplicados artificiosamente. Entre el consenso y la fuerza está la corrupción-fraude (que es ca- racterística de ciertas situaciones de difícil ejercicio de la función hegemónica, presentando el empleo de la fuerza demasiados peligros) o sea el debilitamiento y la parálisis infligidos al adversario o a los adversarios acaparando sus dirigentes bien sea encubiertamente o, en caso de peligro emergente, abiertamente, para provocar confusión y desorden en las filas adversarias. (Gramsci, Q13 §37)
Pero es cuando todo aparece “normal” cuando, debajo de las narices de todo mundo y ante la muy diseminada imagen de un vestido emperador, cuando brota y explota “la corrupción-fraude (que es característica de ciertas situaciones de difícil ejercicio de la función hegemónica, presentando el empleo de la fuerza demasiados peligros)”. Esto puede ocurrir después de una guerra, un proceso de paz, un período relativamente amplio de expansión de la dominación política (el momento de Maquiavelo). Pero todo esto también puede llegar a un final abrupto y dar lugar a la necesidad coyuntural de la figura de Stenterello (Morales). Maquiavello no desaparece pero ahora queda subsumido.
La figura de Stenterello –“la máscara local florentina”- a la que alude Gramsci es parte de la comedia del arte italiana. Se trata de…
…un tipo de teatro popular nacido a mediados del siglo XVI en Italia y conservado hasta comienzos del siglo XIX. Como género, mezcla elementos del teatro literario del Renacimiento italiano con tradiciones carnavalescas (máscaras y vestuario), recursos mímicos y pequeñas habilidades acrobáticas (Wikipedia).
Pero, para Gramsci, la figura de Stenterello es parte de un simulacro mayor que es preciso entender en detalle. La cita relevante del trabajo de Gramsci es la siguiente:
En el periodo de la posguerra, el aparato hegemónico se cuartea y el ejercicio de la hegemonía se vuelve permanentemente difícil y aleatorio. El fenómeno es presentado y tratado con varios nombres y en aspectos secundarios y derivados. Los más triviales son: “crisis del principio de autoridad” y “disolución del régimen parlamentario”. Naturalmente, del fenómeno se describen sólo las manifestaciones “teatrales” en el terreno parlamentario y del gobierno político y éstas se explican precisamente por el fracaso de algunos “principios” (parlamentario, democrático, etcétera) y con la “crisis” del principio de autoridad (del fracaso de este principio hablarán otros no menos superficiales y supersticiosos). La crisis se presenta prácticamente en la siempre creciente dificultad de formar los gobiernos y en la siempre creciente inestabilidad de los mismos gobiernos: tiene su origen inmediato en la multiplicación de los partidos parlamentarios, y en las crisis internas permanentes de cada uno de estos partidos (esto es, ocurre en el interior de cada partido lo que ocurre en todo el parlamento: dificultad de gobierno e inestabilidad de dirección).
Las formas de este fenómeno son también, en cierta medida, de corrupción y disolución moral: cada fracción de partido cree tener la receta infalible para detener el debilitamiento de todo el partido, y recurre a todos los medios para obtener su dirección o al menos para participar en la dirección, así como en el Parlamento el partido cree ser el único que debe formar el gobierno para salvar al país o al menos pretende, para dar apoyo al gobierno, deber participar en él lo más ampliamente posible; de ahí las componendas falaces y fútiles, que no pueden dejar de ser personalistas al punto de parecer escandalosas, y que a menudo son desleales y pérfidas. Seguramente, en la realidad, la corrupción personal es menor de lo que parece, porque todo el organismo político está corrompido por la ruina de la función hegemónica. Que los interesados en que la crisis se resuelva desde su punto de vista finjan creer y proclamen a grandes voces que se trata de la “corrupción” y de la “disolución” de una serie de “principios” (inmortales no), podría incluso justificarse: cada uno es el mejor juez en la elección de las armas ideológicas que son más apropiadas a los fines que quiere alcanzar y la demagogia puede ser considerada un arma excelente. Pero la cosa resulta cómica cuando el demagogo no sabe que lo es y actúa prácticamente como si fuese verdad en la realidad efectiva que el hábito es el monje y la gorra el cerebro. De esta manera Maquiavelo se convierte en Stenterello (Gramsci, Q13 §37).
La idea de que se puede solucionar la corrupción pasajera o incluso sistémica del Estado constitucional –“por la ruina de la función hegemónica”- e incluso engrilletar las tendencias más excluyentes y antidemocráticas del Estado neoliberal por medio de la vía legal, del Ministerio Público (MP), de “reformas” limitadas al “sector justicia” y no, por ejemplo, por medio de una Refundación del Estado, es una idea que descansa en la premisa de un pluralismo democrático, un concepción poliárquica de la democracia, que parte de que dicho ideal solo ha sido distorsionado en Guatemala, de que la crisis de hegemonía consiste real y solamente en “la disolución de una serie de principios inmortales” que definen a la verdadera democracia, y acepta como algo inevitable e irrebatible “la necesidad de los partidos de contar con recursos para funcionar y, por lo tanto, contribuir al funcionamiento del sistema democrático”. En la época de Stenterello también prevalece la idea de que cada partido, sobre todo los más “moderados” y centristas tienen “la receta infalible para detener el debilitamiento” incluso de todo el Estado corrupto y cooptado. Esto es, sin embargo, solo parte del simulacro de la restauración.
Se trata, pues, de una posición política e ideológica que llevada a sus últimas consecuencias lógicas transforma “el hábito es el monje y la gorra el cerebro”, viste de nuevo al emperador realmente desnudo y oculta la dialéctica interna y la crisis de hegemonía del Estado constitucional de derecho así como el triunfo del Estado neoliberal en Guatemala. Es, pues, una reducción de los problemas de legitimidad –ya no digamos los problemas propios que atañen a la crisis de hegemonía misma– al status de una mera “distorsión” de los principios eternos de la democracia susceptibles de corregirse institucional y legalmente. He aquí, por tanto, el juego de manos en la concepción de la CICIG que permite la conversión de Maquiavelo (el cacifismo) en Stenterello (Jimmy Morales)
NOTA: El texto que comparto arriba es parte de un trabajo más amplio titulado “El emperador se quedó sin ropa”, publicado por El Observador en 2017 y disponible aquí: https://wp.me/p6sBvp-Pp
Vamos Guatemala hacia la #RefundaciónYa desde abajo, democrática y rupturista
Marco Fonseca es Doctor en Filosofía Política y Estudios Latinoamericanos por parte de la York University. Actualmente es instructor en el Departamento de Estudios Internacionales de Glendon College, York University. Su libro más reciente se titula «Gramsci’s Critique of Civil Society. Towards a New Concept of Hegemony» (https://goo.gl/Oeh4dG).
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