Los teóricos de crayón

Los teóricos de crayón

Quienes en la «izquierda» utilizan un lenguaje analítico reducido a la mezcla de colores, como se usan los crayones en párvulos o en la escuela primaria, es porque no tienen instrumentos más refinados y/o capacidad conceptual de análisis serio. Estos teóricos, simplemente, se han quedado estancados en el pasado, en izquierdismo infantilista, en simplismos retóricos y en los colores primarios (y sus mezclas aditivas) del pensamiento y la imaginación rudimentarios. Estos teóricos no saben cómo aproximarse a realidades inéditas y no anticipadas por los esquemas simplistas y mecánicos del pasado. No saben que hay bandas, segmentos y niveles torcidos y retorcidos de oscuridad y/o luminosidad que no se agotan en sus mezclas simplistas y poco creativas de colores primarios.

Como dice Marco Revelli para el caso italiano:

Se confunden todos los que liquidan el eje Cinco Estrellas-Lega con las acostumbradas etiquetas: alianza rojo-parda, coalición grillo-fascista, o fascio-grillina, o “sfascio-leghista” [“destroza-liguista”], y así en distintas combinaciones. Se confunden por pereza mental, y por negarse a ver que lo que está emergiendo del lago de Lochness es un fenómeno político inédito, que radica, más que en las culturas políticas, en las rupturas epocales del orden social. Si no, tendríamos que concluir (y explicar por qué) la mayoría de los italianos – casi el 60% – se ha convertido de improviso en «fascista». Y sería bastante difícil comprender cómo y por qué oculta razón el electorado identitario de la Lega si resignado con tanta facilidad al maridaje con platea anarco-libertaria grillina, y viceversa, cómo se ha creído ésta compatible con las “alcantarillas de fundición” [expresión del humorista Maurizio Crozza sobre la Lega] de Salvini… (Fuente: http://www.sinpermiso.info/node/57103).

En Guatemala, como bien es sabido, hubo en 2015 una «ruptura epocal del orden social» que en mi trabajo he tratado de capturar con la idea de una crisis de hegemonía. Esta ruptura epocal, acompañada de enormes movilizaciones ciudadanas y el surgimiento a la esfera pública de la Idea de la Refundación como crítica del Estado ampliado es lo que hizo necesario implementar, por medio de una guerra de posiciones sin precedentes, un proceso de restauración tanto conservadora como neoliberal que ha llevado incluso a una confrontación entre las elites dominantes que se disputan no solo un modelo de acumulación sino también uno de hegemonía.  Pero por la falta de un análisis crítico serio sobre estos eventos inéditos, la gente cae en esos dibujitos de colores que se hacen en la escuela primaria: rosa-lila, etc. ¿No es hora de dejar los crayones y agarrar el bisturí que nos da la teoría seria y bien pensada? Rivelli de nuevo:

Por lo tanto es por muchos motivos un objeto misterioso el que perturba nuestros sueños. Y en estos casos, cuando se tiene de frente una entidad política que no nos dice por si misma «qué es», es útil partir de la indagación de las causas. De la «etiología», dirían los viejos padres de la ciencia política, tomando prestado el término de la medicina, como si justamente de una enfermedad se tratase. ¿De dónde «nace» – en qué substrato o «infección» tiene origen -, esta «cosa» que ha ocupado el centro institucional del país, desestabilizándolo hasta el límite de la entropía?

El fenómeno de la restauración conservadora (el concepto de «oligarquía» ya esta desfasado y es anacrónico para entender el presente) es precisamente una de esas «entidades políticas que no nos dicen por si mismas «qué son»», lo mismo podemos decir de las luchas contra-hegemónicas, los colectivos urbanos, los movimientos refundacionales y la búsqueda de una articulación. Estas entidades demandan conceptualizaciones que no pueden salir de los manuales sancarlistas de marxismo-leninismo y que no pueden ser representadas con dibujitos y crayones sin incurrir en vulgaridades y violencias conceptuales. Como dice Rivelli, de nuevo:

Quizás podría echarnos una mano Benjamín Arditi, un brillante politólogo latinoamericano que ha utilizado para el populismo del «tercer milenio» la metáfora del “invitado incómodo”, es decir, del huésped indeseado en un elegante “dinner party”, que bebe sin tasa, no respeta las buenas maneras en la mesa, es grosero, levanta la voz e intenta de forma molesta flirtear con las mujeres de los demás invitados…Seguramente es desagradable y está «fuera de lugar», pero podría escapársele por la boca «alguna que otra verdad sobre la democracia liberal, por ejemplo, que se ha olvidado del propio ideal fundacional, la soberanía popular». Y este es el primer rasgo identificativo del “new populism”: tener su origen en el sentido de expropiación de las prerrogativas democráticas propias de un electorado marginado, ignorado, dejado atrás por decisiones tomadas en otra parte…Son las furias del (pueblo) Soberano, al que por sortilegio le han arrebatado el cetro el denominador común de las almas con todo diversas. Y estas furias (confirmadas desgraciadamente por las improvisadas exteriorizaciones institucionales recientes ) atraviesan la sociedad en todos sus componentes, sobre el eje derecha-izquierda en su conjunto.

Dos millones de gentes votaron por la opción de la restauración disfrazada de la opción «de afuera», no política o anti-política, «ni corrupta ni ladrona». Sin embargo, hay que entender, que se trata de una opción «populista» pero sin pueblo: «este denominado populismo rampante está en realidad sin pueblo.» Y las crecientes olas de protestas sociales y ciudadanas demuestran tanto el vacío en el corazón del proyecto restaurador como, al mismo tiempo, su propia inefectividad es destronar dicho proyecto por la fuerza del proceso hegemónico que limita a estas protestas desde adentro y las reducen a meras luchas contra la corrupción y la impunidad. La cosa en sí es compleja y los colorcitos de crayón solo hacen que todo aparezca más borroso, confuso y claroscuro.

Incluso el análisis gramsciano que yo mismo he venido haciendo ya por años tiene que ser desafiado, estirado, remojado y desarrollado pero no por la lógica de los crayones y colorcitos primarios (o sus mezclas) sino por las dinámicas inéditas y frecuentemente contingentes de lo real. Si el postulado gramsciano de que lo superestructural ejerce tanta influencia sobre lo estructural, a veces incluso creándolo y a veces moldeándolo, al punto que en todo caso la dirección de la determinación no va solo de uno a otro punto sino que siempre hay un rebote, «el sujeto» de clase, ya no digamos la conciencia de clase, es algo tiene que debe ser igualmente repensado. En efecto:

[V]ivimos ya en un mondo abisalmente otro respecto a aquel en el que Gramsci pensó su Orden Nuevo, fundando en él la hegemonía de larga duración de la izquierda. Si ese modelo de «orden» se centraba en el trabajo obrero (en cuanto expresión de la racionalidad productiva de fábrica) como célula elemental del Estado Nuevo, la actual visión predominante tiene, por el contrario, origen en la disolución del Trabajo como sujeto social (se funda sobre la derrota histórica) y el surgir de un paradigma hegemónico que hace del mercado y del dinero – de dos entidades por definición «privadas de forma» – los propios principios reguladores. Es justamente, en su sentido más propio, un «desorden nuevo». A saber, una hipótesis de sociedad que hace del desorden (y de su o correlato: la desigualdad salvaje) la propia clave preponderante.

Además de cuestiones centrales sobre el «sujeto» del cambio o la reacción (términos como «fascismo», «contra-insurgencia», etc. simplemente no captan lo que está en juego), entender cómo la restauración conservadora hace del «desorden nuevo», la crisis, la infamia y la ilegalidad su propia lógica de gobernamentalidad (para usar el término de Foucault) y dominación, justificado todo en nombre de representar directamente al «pueblo», es un desafío conceptual que demanda cuidado y escrupulosidad. Entender lo que está pasando con el capitalismo neoliberal, extractivista y globalizado que prevalece en Guatemala, la nueva relación compleja entre «estructuras y superestructuras», el papel del proceso hegemónico en los procesos restauradores y normalizadores que se dan en medio de una crisis de hegemonía y cómo todo esto está transformando al «Trabajo» como «sujeto social» – de ahí nuestra insistencia en un actor refundacional articulado que va más allá de la anacronista noción del «pueblo» o la «clase trabajadora» – es indispensable para trazarnos las líneas básicas de una salida.

LLevar a Gramsci a donde Gramsci mismo no pudo llegar es uno de los desafíos que nos hemos planteado como parte de un esfuerzo mayor para romper con simplismos y ortodoxias teóricas y prácticas. Por ello, como lo argumento en mi libro sobre Gramsci:

[L]a identidad colectiva del Nuevo Príncipe [el Partido de la Refundación, la articulación nacional-popular que requiere el momento presente] surge solo a través de esta guerra [de posiciones] misma y no solo involucra un desafío individual -una conversión violenta del yo a lo colectivo- sino también una prueba colectiva simultánea a través de la cual reinscribimos «negatividad y finitud no sublacionable en el corazón abismal del ser mismo» y luchamos para superar la ilusión de una fusión estructural-superestructural a través de cualquier medio automático o Absoluto. Solo podremos «percibir» las riquezas de nuestro objetivo cuando aceptemos su naturaleza impura [no ortodoxa, no esencialista, no fundamentalista]. El Nuevo Príncipe, por lo tanto, no aspira a ser el Sujeto Absoluto que finalmente permita al proletariado superar su autoalienación en la globalización capitalista neoliberal. ¡El Nuevo Príncipe emerge de la brecha [entre estructuras y superestructuras] y se queda en la brecha! (Fuente: Gramsci’s Critique of Civil Society. Towards a New Concept of Hegemony. Traducción propia)

Sin embargo, tan empobrecido es el paisaje académico y crítico de Guatemala que el análisis político serio ha sido reducido a dibujitos pintados con crayón. Aunque los colores estructurales y superestructurales de la «Guatemala profunda» son irreductibles a los colores primarios o sus varias mezclas, es triste ver a los mercaderes del simplismo, a esos teóricos parroquiales de crayón, convertidos por sus empobrecidxs seguidorxs en los grandes Monets, Picassos, Riveras o Boteros, de trascendencia universal, en la época de la restauración conservadora.

 

Vamos Guatemala hacia la #RefundaciónYa desde abajo, democrática y rupturista

Marco Fonseca es Doctor en Filosofía Política y Estudios Latinoamericanos por parte de la York University. Actualmente es instructor en el Departamento de Estudios Internacionales de Glendon College, York University. Su libro más reciente se titula «Gramsci’s Critique of Civil Society. Towards a New Concept of Hegemony» (https://goo.gl/Oeh4dG).

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