Viñetas sobre el “encuentro”, destrucción y colonización de “Las Indias”
1. El mito de la “tierra vacía” como fundamento de la “doctrina del descubrimeinto”
Ninguna parte del continente carecía de grupos, comunidades o sociedades que vivieran fuera de la tierra y no se consideraran parte intrínseca de ella. Los invasores de la península ibérica traían consigo su propia lógica de acuerdo a como entendían su mundo y como su cultura había sigo forjada en los siglos de guerra anti-islámica y las cruzadas. El “pecado original” que traían consigo consistía en esa lógica justificada en términos religiosos que presuponía el derecho a conquistar y colonizar. Un católico medieval, tradicional y con mentalidad anti-pagana (anti-musulmana), como un Colón, Cortéz, Alvarado o Pizarro, veía a las “Indias” como algo sumido primero en la inocencia (el “paraíso perdido”) y más tarde en lo salvaje del “pecado original” que, ante sus ojos, justificaba el derecho a conquistar, colonizar y salvar (el “paraíso ganado”) no solo la tierra “no civilizada” sino también las almas no redimidas de la indigeneidad.
El debate de Valladolid en 1530-1531 se dio, precisamente, en torno a la interrogante de si los indios tenían o no tenían almas y, de determinarse que sí o no, de acuerdo a la tradición aristotélico-tomista que todos los contrincantes aceptaban y manejaban en común, podían ser sujetos o esclavos de la Corona y los encomenderos. Esta es una tradición que también se remonta a la Antigüedad cristiana y tiene como referencia trabajos muy influyentes como “La Ciudad de Dios” de Agustín. Además, si era gente con almas entonces no impartaba si estaban organizados en una sociedad susceptible de ser reconocida como tal por los europeos y susceptible de entenderse como algo “civilizado”. Si eran gentes con alma entonces podía aplicarse el principio fundamental de la Ley Natural según el cual nadie puede reclamar título de tierra alguna por “descubrimiento” cuando hay gente allí, no importa cuáles sean sus creencias, comportamiento o tipo de sociedad. Mucho dependía, pues, de la economía espiritual del momento.
La “doctrina del descubrimiento” estaba, pues, fundada en la posibilidad de demostrar que la tierra estaba vacía: Terra Nullius.
Francisco de Vitoria estuvo altamente influenciado por Santo Tomás de Aquino cuyo pensamiento, a su vez, estuvo arraigado en el pensamiento aristotélico. Vitoria escribió su De Indis unvite inventois(sobre los indios descubiertos recientemente) en 1532. Tres puntos clave en el argumento de Vitoria. En primer lugar, las tierras del “Nuevo Mundo” no pueden considerarse desocupadas, vacías o desperdiciadas y no están abiertas a la adquisición por ocupación; las bulas papales sobre las que se basó el título español “no tenían poder temporal sobre los indios ni otros incrédulos”. En segundo lugar, el “hecho de que una acción estaba en contra de la ley de la naturaleza no podía alegarse como justificación para la intervención”. Y, finalmente, solo se podría justificar la intervención violenta para detener el daño a los inocentes. Estos son principios fundamentales de la entonces naciente “ley internacional”. Estos fueron los principios en los que Las Casas debatió a Juan Ginés de Sepúlveda en el Debate de Valladolid, entre 1550 y 1551, sobre la colonización de las américas. Estas ideas son el mejor momento de la europea católica pre-moderna.
Esta doctrina está mucho más desarrollada, pero ya al servicio de la colonización holandesa, en el pensamiento de Hugo Grotius, particularmente en De Jure Pradae Commentarius(De Indis) (1604-05) y en De Jure Belli ac Pacis (1625). Terra nullius era una idea extraída del derecho romano y entendida como una zona de territorio no sujeta a ninguna soberanía o como “tierra no perteneciente a nadie”. Grotius escribe:
“Ni la maldad, ni la impiedad, ni ninguna otra incapacidad del dueño original justifican tal afirmación. Para el título y la derecha por el descubrimiento puede aplicarse solamente a los países y a los lugares, que no tienen ninguÌ n dueño” (Libro 2, IX). “Ni la virtud moral ni religiosa, ni la excelencia intelectual es requisito para formar un buen título a la propiedad. Sólo cuando una raza de hombres es tan indigente de la razón como para ser incapaz de ejercer cualquier acto de propiedad, no pueden tener ninguna propiedad, ni la ley de la caridad requiere que deben tener más que las necesidades de la vida. Para las reglas de la ley de las Naciones sólo se puede aplicar a aquellos, que son capaces de relaciones políticas o comerciales: pero no a un pueblo totalmente indigente de la razón, aunque se trata de una cuestión de sólo duda, si alguno de ellos se encuentra” (libro 2 , X).
Grotius también argumentó que “los bárbaros o los esclavos naturales” podrían apropiarse legítimamente por parte de “los pueblos civilizados”. Contra sus antepasados españoles, en lo que se también se apoyó Las Casas para defender a “los indios”, Vitoria, Molina y otros, Grotius rescata el pensamiento del Papa Inocencio IV (1195-1254, del alto período de la edad media 1000-1300, un tiempo de la supuestamente “cosmopolita” Respublica Christiana cuando el poder estaba “disperso” y no había autoridad suprema dentro de un determinado territorio), y escribe: “la guerra es legal contra los que ofenden contra la naturaleza”.
Finalmente, Grotius justificó explícitamente la ocupación y apropiación de “tierras no cultivadas” (de jure, II. 2). Siguiendo principios de la ley natural vigentes en Europa a la hora del Encuentro y posteriormente, principios que se creían también era conocidos en alguna medida por los “indios” mismos, Grotius escribió:
“los dueños alegados de un territorio deben permitir siempre el paso libre sobre él, de personas y de mercancías; deben permitir a cualquier extranjero el derecho a construir alojamiento temporal en la orilla del mar; deben permitir que los exiliados se asienten (todos ellos de nuevo los derechos que los españoles y otros europeos habían complacido contra los pueblos nativos); y en particular, deben permitir que cualquiera posea cosas que no son de utilidad para los propietarios. No hay propiedad en las cosas que no son de utilidad para sus dueños, y por lo tanto otras personas tienen el derecho perfecto a ocuparlos.”
2. Pero “Las Indias” no era “terra nullius” y los “indios” no conocían la “ley natural” europea.
Había grupos y sociedades indígenas por todos lados que obedecían sus propias tradiciones legales aunque tenían sistemas de control y divisón del trabajo, propiedad e incluso producción (en los Estados agrarios más desarrollados) que los europeos iban a reconocer y utilizar para su propia empresa colonial más tarde. Habían grupos o tribus no sedentarias en los desiertos norteños y centrales de México. Habían tribus de cazadores y recolectores, muy móviles, pequeñas y relativamente “simples” (sin separación entre la política, la religión y la economía) como los chichimecas en México. Había grupos semi sedentarios que habitaban los bosques en Brasil, como la población Tupi, que incluían a agricultores de pequeña escala que practicaban el cultivo rotante (roza y quema) como una adaptación a un entorno natural desafiante. Y habían sociedades totalmente sedentarias y “complejas” (donde lo político-religioso se había diferenciado de los económico y lo social) en forma de Ciudades Estado con todo y sus linajes y dinastías, nobleza (ajaw), vasallos (al k’ajol) e incluso esclavos (como Q’umarkaj, “lugar de caña vieja” en el altiplano maya de Guatemala, el centro principal y capital del reino k’iche en el posclásico tardío) y Estados agrarios, militaristas e incluso imperiales sobre todo en el valle central de México, la península de Yucatán, la región andina compuesta de agricultores estacionarios, permanentes y complejos. Los ejemplos clásicos son Tenochtitlán, Tikal, Cuzco y Machu Pichu. Estas grandes Ciudades Estado o Estados agrarios no era paraísos terrenales de igualdad y solidaridad o de equilibrio ambiental y espiritual. Pero eran sociedades que habían alcanzado un nivel de “desarrollo” comparable al de los grandes Estados agrarios del lejano oriente o, incluso, de la Europa medieval.
3. La mentalidad conquistadora de España forjada en el proceso de “Reconquista”
La llamada “Reconquista” de la península ibérica fue un proceso que duró más de ocho siglos y el último bastión moro que había que “reconquistar” fue en Granada. Eso ocurrió, casualmente, también en 1492. En este proceso los caudillos militares individuales se hicieron responsables de cristianizar a grupos de moros derrotados, recibiendo a cambio tributo y servicio. En España esto reforzó los valores de la nobleza a expensas de los valores de la burguesía comercial emergente y marcó el desarrollo futuro de la economía política y del capitalismo en la península y en Latinoamérica.
A diferencia de la leyenda anti-musulmana creada por el proceso de la “Reconquista”, hoy ha sido argumentado que la península ibérica tuvo, de hecho, “ochocientos años de experiencia multicultural” durante el dominio de los moros. Este argumento, muy convincente, ha sido desarrollado por Bethanny Hughes en el documental “Cuando los moros gobernaron en Europa” (2007, disponible en YouTube). Pero en la narrativa conquistadora de España, los moros eran salvajes.
Representaciones contemporáneas de la leyenda anti-musulmana
La producción de 1961 de la película El Cid (Siddi, Sayiid), con Charlton Heston es típica de la imaginación histórica de medio siglo en Estados Unidos. Aquí vemos como personaje central a Rodrigo (o Ruy) Díaz de Viva, El Cid, luchando heroicamente contra los moros en la Valencia del siglo XI.
En la industria cultural y de juegos digitales también encontramos representaciones problemáticas de la España musulmana. Un ejemplo de ello es el juego Age of Empires II: The Conquerors Expansion donde hay una campaña de seis niveles basada en las “hazañas” de El Cid, incluido su exilio en Castilla, su “conquista” de Valencia y su legendaria batalla póstuma y milagrosa.
La Iglesia Católica misma no está excepta de seguir repitiendo los mitos y distorsiones que sobre el pasado musulmán de Europa se sigue teniendo en el presente. Por ejemplo, en una Conferencia dictada el 12 de septiembre de 2006 en la Universidad de Regensburg, Alemania, el Papa Benedicto XVI citó un diálogo que se cree que ocurrió en 1391 entre Manuel II (último emperador de la dinastía bizantina) y un erudito persa y registrado en un libro de Manuel II (diálogo 7 de “Veintiséis diálogos con una Persa”) en que el emperador declaró: “Muéstrame lo que Muhammad trajo que era nuevo y allí encontrarás cosas sólo malvadas e inhumanas, como su mandamiento de difundir por la espada la fe que él predicó”.
4. Encuentro y destrucción
Gente como Colón no fue parte del “encuentro” accidental y luego de la destrucción sistemática de las sociedades nativas porque andaba buscando lo desconocido. Todo lo contrario, como lo ha dicho Todorov, Colón andaba buscando “sus preconcepciones.” Así como las tierras que él habría de encontrar no estaban vacías, aunque tampoco eran paraísos sociales, la mentalidad de los “descubridores” no estaba vacía de prejuicios culturales, religiosos, sociales y económicos. Los invasores de la península ibérica traían consigo su propia lógica de acuerdo a como entendían su mundo. El “pecado original” que traían consigo consistía en esa lógica justificada en términos religiosos que presuponía e implicaba el derecho a conquistar y colonizar. Esto permea por completo sus concepciones del “indio” como una entidad no “civilizada”, parte del paisaje y la naturaleza salvaje del “Nuevo Mundo”. No era puede necesario conocer a nadie entre los nativos. Era necesario, sí, inventarlos o construirlos de modo preciso, supervisado y disciplinado. Los “signos” (la muerte en la cruz, el sacrificio de la eucaristía, los templos construidos sobre templos, las múltiples representaciones de la virgen, los santos, la beatitud, la consagración, etc.) habrían pues de convertirse en un arma de sometimiento espiritual tan importante como las armas de metal, las enfermedades, la esclavitud y la derrota material.
5. Construyendo, legalizando e integrando al “indio”, sus almas y sus recursos
Las Leyes de Burgos de 1512-13 fueron emitidas por Felipe II como el primer código sistemático diseñado para normar la conducta de los colonos españoles en América, particularmente en sus relaciones con los indios nativos. Estas leyes iniciaron el uso oficial de la antigua institución española de la encomienda, con su implicación de deber y privilegio, en lugar de la institución del repartimiento que había sido utilizado hasta ese momento en “las Indias” para describir la distribución de grupos de indios a españoles individuales para uso obligatorio en trabajo. A pesar de que estas Leyes brindaron cierta protección a los nativos, fueron consideradas como inadecuadas e inaplicables por los frailes dominicanos.
Las Nuevas Leyes (Leyes Nuevas) de 1542 fueron promulgadas por por Carlos V. También fueron conocidas como “Nuevas Leyes de las Indias para el Buen Trato y la Conservación de los Indios”. Fueron adoptadas para, supuestamente, prevenir la explotación de los indígenas por parte de los encomenderos o terratenientes peninsulares, limitando estrictamente su poder, durante la colonización española de las Américas. Se trataba, sin embargo, de una lucha entre la corona española y la clase encomendera que ya estaba surgiendo en las américas y ya se estaba constituyendo en su propio poder, gobierno y Estado. La función de implementar las Leyes Nueves recayó en gente como Blasco Núñez Vela, el primer virrey de Perú, quien rápidamente se volvió impopular entre los encomenderos y quien tuvo pronto que huir a Quito para escapar de una gran revuelta de los peninsulares.
6. La “Destrucción de las Indias”
Bartolomé de las casas nos ofrece su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, escrito en 1542 (publicado en 1552) por Felipe II de España. Se trata de uno de los primeros intentos de un escritor español de la época colonial de representar el trato injusto de los pueblos indígenas durante la conquista española de las grandes Antillas, particularmente en la llamada Isla de Española, el primer asentamiento europeo en el “Nuevo Mundo”, tierra que según Bartolomé de las Casas era llamada Haití (“tierra montañosa”) por los taínos. Aunque en este trabajo Las Casas haya propuesto la esclavitud africana como alternativa a la esclavitud indígena, el trabajo es considerado un precursor de la defensa de los derechos de los pueblos indígenas.
En su encuentro accidental con el pueblo Taíno (uno de los tres grupos indígenas de habla Arawak), a quien conoció justo después de llegar a la isla de Guanahani en las Bahamas en su primer viaje, Colón tuvo la impresión de que podía conquistar a estas personas fácilmente. En su diario escribió: “podría conquistar a todos ellos con 50 hombres y gobernarlos como me plazca”. Secuestró de unos diez a veinticinco indios y los llevó de vuelta a España. Sólo unos siete u ocho sobrevivieron a este viaje, pero con los loros, baratijas de oro y otro exótico botín que Colón mostró al Gobierno español fue capaz de persuadirlos a que le proporcione diecisiete barcos, cerca de 1.500 hombres, cañones, ballestas, armas de fuego, caballería, y perros de ataque para el viaje de retorno. Colón regresó a la Hispaniola (Española) y a la “conquista” de los Taíno (Arawaks) en 1493 exigiendo comida, oro, hilados de algodón y cualquier otra cosa que pudieran obtener de los indios. La cooperación estaba garantizada por un sistema de castigo: cualquier ofensa menor de un Arawak resultaría en un español cortando sus oídos o su nariz sólo para ser enviado de vuelta al pueblo como ejemplo vivo, respirante y sangrante, de la obra esperada y la brutalidad de la que los españoles eran capaces.
Felipe Guamán Poma de Ayala (CA 1535 – CA 1616), un indígena peruano, profundamente desilusionado con el tratamiento de los pueblos nativos de los Andes por los españoles, escribió una “carta” a Felipe III de España. La “carta” fue la “primera nueva crónica y del buen gobierno” y fue compuesta alrededor de 1615. Esta carta fue escrita al gobernante del imperio español en su apogeo imperial, un rey que alcanzó una paz temporal con los holandeses (1609 – 21) y llevó a España a la guerra de los treinta años (1618 – 48). Pero Felipe III probablemente nunca leyó el documento.
Aquí se reproducen las palabras de Poma que se quedaron sin oidor, sin corte y sin rey:
“Su Majestad Católica real, le digo que en el Reino de Perú los indios están llegando a su fin, por completo a su fin. En veinte años, no habrá indios en este reino para servir a su corona real y defender nuestra Santa Fe Católica, y sin los indios, su Majestad no tendrá nada porque, recuerde, el trabajo de los indios ha hecho lo que Castilla es hoy. Su abuelo [Carlos V] y su padre [Felipe II] eran monarcas de gran poder y renombre debido a los indios, y también a su majestad. Y este valioso Reino ya está siendo despoblado. En los lugares donde había mil almas, no quedan cien, y todos ellos viejos y mujeres que ya no pueden multiplicarse. Las mujeres casadas están siendo robadas y los hombres solteros tendrán que casarse con mujeres ancianas que no pueden tener hijos. Además, los indios sufren grandes males. Sus hijos e hijas son arrebatados de ellos, y no pueden hacer nada porque todos conspiran contra los indios: españoles y mestizos; jueces, funcionarios y encomenderos; inspectores y sacerdotes de la Santa Madre Iglesia. Todos conspiran contra los pobres. Todos han trabajado de la mano para favorecer a los señores españoles y a la Doñas. Explotan a los pobres y entran en sus tierras y casas por la fuerza. Escribir estas cosas es llorar. Ningún funcionario reporta estas cosas a su majestad. En todo el Reino del Perú los indios están perdiendo todo, pero diré la verdad sobre los ingresos y beneficios que los indios han disfrutado y deben seguir disfrutando. Su majestad debe saber cómo le están sirviendo los indios. Dos veces al año, ofrecen plata, maíz, trigo, ropa, pollos, ganado y otro tributo. Además, sirven en las minas y plazas y posadas reales a lo largo de los caminos del Reino. Mantienen los caminos y reparan los puentes. Producen todo tipo de ingresos- el impuesto personal, el diezmo, y el quinto real. Su Majestad no recibe tantos ingresos de todos los mestizos, pardos y españoles juntos. Por lo tanto, los indios valen una cantidad inestimable a su majestad: tenga cuidado de que este reino no debe perder estos indios.”
¡Estas palabras fueron escritas en 1615!
7. La justificación: evangelización
No hay duda de que, sin la teología moral de Vitoria y Las Casas, el destino de los pueblos indígenas en las colonias españolas habría sido inimaginablemente peor. Pero incluso en su mejor momento antes de la Ilustración, en la benevolente teología moral de Salamanca, la de Vitoria y Las Casas, Europa no pudo reconocer al “indio” como cualquier otra cosa que no sea un sujeto alma-portador. Y para “reconocer” al indio como tal era necesario dotarlo de un “libre albedrío”, de “razón” y de alguna forma de “racionalidad”. Solo así era posible lograr su salvación por medio de su sometimiento. Por lo tanto, el proceso de reeducación a gran escala – la “conquista” o “sometimiento” del alma indígena – iniciado por el sistema religioso-económico encomienda/repartimiento consistió, en lo fundamental, no sólo en la salvación de almas, sino más profundamente en su construcción, su inculcación, su desarrollo y su transformación en sujeto de “libre albedrío” y de “razón pura”. Es como una versión temprana de la disciplina industrial impuesta sobre la clase obrera en los albores del capitalismo inglés y la taylorización de la clase trabajadora del siglo XX. Solamente en estos términos podía Europa reconocer al “otro indígena” y, en base a ese encuentro de “almas iguales”, verlo de algún modo como al “yo” europeo.
8. La “conversión” de las almas o la construcción de una nueva subjetividad
Una vez que el cuerpo nativo recibió una alma cristiana y una vez que esta alma se considera “salvable”, entonces era posible incorporar al “indio” “reeducando” su alma sobre la economía (el camino apropiado de la agricultura, propiedad de la tierra, generación de riqueza), la política (la transición de su estado de la naturaleza a la sociedad colonial (la “vecindad”, la “ciudad de Dios”, la “sociedad civil”, la “ciudad de las luces”) como miembros de colectividades legalmente designadas (la “república de indios”, los “pueblos de indios”) y, más tarde, como voluntades individuales y seres racionales. La invención de una nueva moralidad (más allá de su ética comunitaria indígena) se convirtió en el objetivo clave.
Las concepciones indígenas del yo, el/la otro/a, la comunidad, el poder y la política, el medio ambiente y la ecología, la moralidad y la espiritualidad fueron así eliminadas oficialmente dentro de la perspectiva de la teología y economía moral y política dominante. Las tradiciones indígenas (tanto de la propia nobleza indígena como de sus grupos subalternos como se encontraban formados previo al encuentro y la destrucción) se convirtieron en lo que James C. Scott llama “transcripciones ocultas”, armas de la resistencia indígena a lo largo de la colonia y más allá. Los cuerpos, pues, fueron vaciados de sus propias almas y sus propios órganos y, en su lugar, quedó solo el deseo rebelde del retorno a todo lo perdido que, independientemente de las tradiciones que quedaron sin morir o los escritos que fueron encontrados y traducidos por los frailes, era ahora más que un pasado simple. Se había ya convertido en un futuro imperfecto.
El gobierno de las almas y el gobierno de las tierras son así co-constitutivos de la colonialidad. La biopolítica va de la mano con la economía política, la raza y la clase se generan mutuamente, se traslapan, se abigarran, se sexualizan mutuamente, y ninguna puede reclamar prioridad pues el gobierno de las almas, los símbolos, los cuerpos y las tierras dependen de una dialéctica mutua.
9. ¿Qué pasó después de todo?
Hubo una declinación drástica de la población indígena. Según estimaciones de varios académicos/as la población bajó de unos 25-50 millones antes de 1492 a unos 3 millones por los 1550s-70s. El impacto de este “Holocausto” fue mayor entre las sociedades agrarias completamente asentadas como las del valle central de México, el norte de Centroamérica y la región andina. Toda una forma de vida, espiritualidad y economía, parentesco y sistemas étnicos, contacto cultural y económico regional, y toda una cosmovisión general del mundo, fue drásticamente, violentamente alterada en este proceso de “robar el continente” (R. Wright) que tomó alrededor de medio siglo. Los pueblos indígenas de las Américas todavía se están recuperando de esta pesadilla.
10. La destrucción de “Las Indias” y la acumulación originaria
Marx escribió en El Capitallos siguientes pasajes muy memorables sobre el exterminio que ocurrió como resultado del encuentro accidental pero violento de Europa con las tierras nativas de “las Américas” y del mundo:
“El descubrimiento de las comarcas auríferas y argentíferas en América, el exterminio, esclavización y soterramiento en las minas de la población aborigen, la conquista y saqueo de las Indias Orientales, la transformación de África en un coto reservado para la caza comercial de pieles-negras, caracterizan los albores de la era de producción capitalista. Estos procesos idílicos constituyen factores fundamentales de la acumulación originaria. Pisándoles los talones, hace su aparición la guerra comercial entre las naciones europeas, con la redondez de la tierra como escenario. Se inaugura con el alzamiento de los Países Bajos y su separación de España; adquiere proporciones ciclópeas en la guerra antijacobina llevada a cabo por Inglaterra y se prolonga todavía hoy en las guerras del opio contra China, etcétera.
Los diversos factores de la acumulación originaria se distribuyen ahora, en una secuencia más o menos [940] cronológica, principalmente entre España, Portugal, Holanda, Francia e Inglaterra. En Inglaterra, a fines del siglo XVII, se combinan sistemáticamente en el sistema colonial, en el de la deuda pública, en el moderno sistema impositivo y el sistema proteccionista. Estos métodos, como por ejemplo el sistema colonial, se fundan en parte sobre la violencia más brutal. Pero todos ellos recurren al poder del estado, a la violencia organizada y concentrada de la sociedad, para fomentar como en un invernadero el proceso de transformación del modo de producción feudal en modo de producción capitalista y para abreviar las transiciones. La violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva. Ella misma es una potencia económica.
Del sistema colonial cristiano dice William Howitt, un hombre que del cristianismo ha hecho una especialidad: “Los actos de barbarie y los inicuos ultrajes perpetrados por las razas llamadas cristianas en todas las regiones del mundo y contra todos los pueblos que pudieron subyugar, no encuentran paralelo en ninguna era de la historia universal y en ninguna raza, por salvaje e inculta, despiadada e impúdica que ésta fuera” [95]. La historia de la administración colonial holandesa y Holanda era la nación capitalista modelo del siglo XVII “expone ante nuestros ojos un cuadro insuperable de traiciones, sobornos, asesinatos e infamias” [96]. Nada es más característico que su sistema de robo de hombres, aplicado en Célebes para explotarlos como esclavos en Java. Se adiestraba con este objetivo a los ladrones de hombres. El ladrón, el intérprete y el vendedor eran los principales agentes en este negocio; príncipes nativos, los principales vendedores. Se mantenía escondidos en prisiones secretas de Célebes a los jóvenes secuestrados, hasta que, suficientemente maduros, se los pudiera despachar en los barcos de esclavos. Un informe oficial dice: [941] “Esta ciudad de Macasar, por ejemplo, está llena de prisiones secretas, cada una más horrenda que la otra, atestadas de infortunados, víctimas de la codicia y la tiranía, cargados de cadenas, arrancados de sus familias a viva fuerza”. Para apoderarse de Malaca, los holandeses sobornaron al gobernador portugués. Éste, en 1641, los dejó entrar a la ciudad. Los atacantes volaron hacia la casa del gobernador y lo asesinaron, para “abstenerse” de pagarle las [sterling] 21.875 que le habían prometido. Donde asentaban la planta, los seguían la devastación y la despoblación. Baniuuangui, una provincia de Java, contaba en 1750 más de 80.000 habitantes, en 1811 apenas eran 8.000. He aquí el doux commerce [dulce comercio]!”
Marco Fonseca es Doctor en Filosofía Política y Estudios Latinoamericanos por parte de la York University. Actualmente es instructor en el Departamento de Estudios Internacionales de Glendon College, York University. Su libro más reciente se titula «Gramsci’s Critique of Civil Society. Towards a New Concept of Hegemony» (https://goo.gl/Oeh4dG).
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