La estrategia Degenhart y la restauración total
No hay que olvidar en ningún momento que el momento presente de la restauración es un momento de golpe constitucional y que, por ello, la situación dentro de la cual está tomando lugar el proceso electoral es la de una restauración total.
Lo que buscan las fuerzas de este grotesco régimen político ultra-derechista, kaibilista y teo-político es no solo recobrar todo el espacio, captura y cooptación del Estado que habían perdido a partir de 2015, sino que ir más allá. Eso significa no solo regresar al status quo ante de 2015 (el propósito de una restauración “normal”), sino que de hecho desmantelar las instituciones públicas que surgieron de la transición democrática (al neoliberalismo) de 1985 y que, mal que bien, han servido para apuntalar la “lucha contra la corrupción” al lado de la CICIG. Estoy hablando, obviamente, de desmantelar la CC, el TSE, etc., aparte de hacerle la guerra a la CICIG. Y con el aspecto teo-político de esta revuelta de las élites conservadoras junto al surgimiento político de las hordas neopentecostales estamos también hablando de una revuelta contra la modernidad misma, incluso contra los principios críticos de la autonomía burguesa que llevó al establecimiento del Estado moderno, y la restauración del dogmatismo religioso, mágico e incluso no-reformado que caracterizó a la Europea pre-moderna o a la Latinoamérica colonial.
Como parte de este proceso restaurador total también buscan atacar y desactivar las organizaciones sociales que surgieron durante el proceso de paz como una “sociedad civil” buena y permitida (lo que va desde el Sector de Mujeres hasta las ONG de derechos humanos, justicia y medio ambiente) que son las que defienden más vehementemente que nadie, incluso más que el CACIF, la idea de una “Estado de derecho” y el rendimiento de cuentas. Por eso buscan una “ley anti-terrorista” que pretende controlar el financiamiento y actividades de las ONG. Al mismo tiempo, buscan legitimar las bases sociales y organizaciones de fachada de la restauración, como los kaibilistas que buscan el olvido total del genocidio y la “reconciliación nacional”; los ex-militares que buscan “resarcimiento” y programas clientelistas a cambio de apoyo electoral; o los neopentecostales que buscan el “reino de dios” por medio de la prohibición al aborto, la represión de las mujeres o el establecimiento de una “día nacional de la oración”.
Finalmente, es una restauración total porque también buscan anular, por completo, los logros de la segunda primavera guatemalteca de 2015-2016. Durante la restauración normal trataron de desactivar este proceso por medio de la incorporación al gobierno de Morales de cierto personal surgido de algunos colectivos urbanos (les dieron algunos ministerios, algunas otras oficinas, etc.). Ante la falla de este proceso y la renuncia de mucha de esta gente, han pasado a la estrategia Degenhart (desde comienzos de 2018). Se trata de una verdadera estrategia de constrainsurgencia civil desde el gobierno que ha implicado el desmantelamiento sistemático de la PNC (incluyendo el intento de “recobrar” el control sobre el AHPN) y el Mingob, el debilitamiento del MP, el asedio a la CC y la CSJ, el asedio a jueces/juezas de alto impacto, la total captura de la PGN y la CGC, etc.
Lo que define la coyuntura del presente como una coyuntura de golpe constitucional es, por supuesto, el total desacato a las resoluciones emitidas por la CC a favor de Iván Velásquez y la CICIG. Esto pone en cuestión el sentido profundo del Estado neoliberal de derecho ampliado como el mismo surgió en 1985, con su frágil y siempre relativa división de poderes y sus precarios “balances y chequeos” instaurados precisamente para evitar el autoritarismo (ya no digamos cualquier forma de militarismo o kaibilismo) del poder ejecutivo, el caudillismo, así como las perversidades que se cometen en nombre de la soberanía y la seguridad nacional. El golpe constitucional pone entre paréntesis un cierto acuerdo ideológico y práctico que ha existido entre las elites dominantes del Bloque en el Poder que, a cambio de un proceso continuo de expansión del modelo neoliberal de capitalismo y extractivismo (lo que recibión un trendo impetu a partir de la presidencia y privatizaciones a gran escala de Álvaro Arzú Irigoyen), le daba también a las élites conservadoras un cierto margen de acceso, captura y repartimeinto corrupto de los bienes, instituciones y personal del Estado ampliado como su método de acumulación y enriquecimiento. Cuando este modelo se desborda y resulta en un descomunado aumento de la corrupción y a la cooptación del Estado, durante el gobierno de Otto Pérez Molina y el Partido Patriota, lo que puso en peligro su legitimidad y desató una crisis de hegemonía, entonces se da un repunte en la guerra de posiciones intraelitista que resulta no solo en un contraataque neoliberal (con Thelma Aldana, el MP y la CICIG como medio ideológico para su despliegue), sino también en el golpe constitucional mismo, es decir, el Moralazo.
Es preciso entender, entonces, que la ausencia por tres meses del jefe de la Fiscalía de Delitos Electorales, Óscar Schaad, precisamente en el momento más crítico del proceso electoral es algo perfectamente explicable y entendible como un movimiento de piezas dentro de la estrategia Degenhart de la restauración total. La persona que sustituye a Schaad es Rafael Curruchiche. Como lo reporta elPeriódico, Curruchiche “se presentó al Congreso de la República durante la ratificación del antejuicio que la fiscalía solicitó contra el presidente Jimmy Morales por financiamiento electoral no registrado, el cual fue rechazado por el Congreso” (ver https://elperiodico.com.gt/nacion/2019/06/09/ausencia-de-schaad-durante-las-elecciones-genera-dudas/).
¿Coincidencia? Para nada. Así es como han venido desplegando la estrategia Degenhart desde el recrudecimiento de la guerra de posiciones en la coyuntura presente y la implementación, en cámara lenta, del golpe constitucional que se conoce como El Moralazo.
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Marco Fonseca es Doctor en Filosofía Política y Estudios Latinoamericanos por parte de la York University. Actualmente es instructor en el Departamento de Estudios Internacionales de Glendon College, York University. Su libro más reciente se titula «Gramsci’s Critique of Civil Society. Towards a New Concept of Hegemony» (https://goo.gl/Oeh4dG).
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Imagen: elPeriódico
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