Contra la «unidad»

Leo a Kajkoj Máximo Ba Tiul y me doy cuenta del círculo conceptual en el que vive y piensa mucha gente que busca transformaciones estructurales y profundas en Guatemala.

Escribe:

“Estamos a tiempo de construir la unidad. El Estado Plurinacional como proyecto largo, solo podr á ser el resultado de la unidad. La unidad de todos y todas (organizaciones, ONGs, comités, asociaciones, comunidades, barrios, cantones, caseríos, autoridades locales, ancestrales, mujeres, hombres, ancianos, ancianas, niños, niñas, académicos, artistas, poetas, músicos, y más).” http://www.albedrio.org/htm/articulos/k/kbt-236.html

Yo estoy en contra de la “unidad”. Todo proyecto “unitario” en Guatemala ha resultado en sectarismo, dogmatismo, división, persecución y eventual fragmentación que dura décadas y resulta imposible de reparar. De igual modo, cada experimento de “unidad” que se ha intentado en Guatemala se ha hecho en torno a figuras individuales, caudillistas, comandancias, presidenciables que, cuando resultan derrotadas, eliminadas o equivocadas, dan también lugar a fragmentaciones, divisiones y desbandos que también lleva décadas reparar. Y luego, después de todo ello, ¿la gente sigue hablando de “unidad”?

Hace muchos años escribí lo siguiente en mi ensayo “Hacia la construcción de izquierdas democráticas en Guatemala”:

“Aunque la tentación ideológica es difícil de resistir, sobre todo si no se tiene la madurez política para ello, ya no se trata sin embargo de buscar la “unidad” orgánica, ideológica y partidista de la izquierda en torno a un programa ideológico puro en forma de catálogo o pliego de demandas sustanciales […]. Esa forma de política reclamativa constituyó el horizonte tradicional de la izquierda tradicional que hoy, a todas luces, está agotada.”

Como también lo escribí en el mismo ensayo:

“Hay que recordar al Frente Unido de la Revolución (FUR) de Manuel Colom Argueta (años 70s) que terminó con el asesinato de su líder carismático en enero de 1979. Hay que recordar también al Frente Democrático contra la Represión (1979) que, junto al CNUS y al CUC, lanzaron un llamado “unificador” para derrocar al gobierno del General Lucas García y quienes fallaron en ese intento. Hay que recordar al Frente Popular 31 de Enero (1981) y la misma Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (1982) para citar solo algunos ejemplos de intentos “unificadores” del pasado relativamente reciente. Todos estos intentos de “unidad” estuvieron basados en criterios sustanciales, pre-políticos o estratégicos tales como la clase, la etnia, la ideología, el poder político o una plataforma política comprehensiva y preconcebida de modo iluminado. También hay que recordar que en todos estos casos cada instancia de “unidad” estratégica devino también en una vorágine de discordias, divisiones, faccionalismo, sectarismo, descalificaciones y emplazamientos públicos, persecuciones internas y ultimadamente expulsiones. En casos extremos, incluso, hubo algunos asesinatos. Lo mismo ha ocurrido con experimentos más recientes tales como el Frente Democrático Nueva Guatemala (FDNG) y más recientemente la Alianza Nueva Nación (ANN). Mucha de la gente que hoy habla y proclama que “otra Guatemala es posible”, tal y como es el caso de la gente aglutinada en torno al proyecto MAIZ o al proyecto Encuentro por Guatemala, se forjó precisamente en ese pasado tanto idealista como también volátil, intolerante y autoritario.”

Hoy, me temo, seguimos viendo lo mismo con intentos de “unidad” o llamados a la “unidad”, a la «convergencia», a los «pactos» como lo vemos en Convergencia, Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP) o el supuesto “Movimiento Tejiendo Pueblo” que es, en realidad, otro comité de formación de otro partido político con la misma figura caudillista del “Comandante” Pablo Monsanto al frente del mismo.

Ahora bien, en el mismo texto, Kajkoj Máximo Ba Tiul, escribe:

“Cuando se habla de plurinacionalismo, no solo se habla del reconocimiento de los pueblos como nación, sino del derecho que tienen de fortalecerse y desarrollarse como nación, pero desde su particular punto de vista. Es decir, desde su identidad, cultural, comunidad étnica, pueblo, territorio, tierra, valores y principios.”

Pero si tomamos la idea de plurinacionalismo con seriedad entonces no hay unidad ni puede haberla porque las diferencias, el pluralismo y también el nacionalismo, a que hace referencia la noción de plurinacionalismo son, de hecho, irrenunciables y en muchos casos también irreconciliables. O sea, pues, que es imposible (e incoherente) defender plurinacionalismo sobre la base de doctrinas comprensivas (como las llama Rawls) y sustanciales (como las llama Habermas) al mismo tiempo que se proclama y se aconseja la unidad. La idea crítica de la democracia participativa implica, precisamente, desacuerdo y disensión, crítica y argumentación y eventualmente un consenso pero solamente rizomático, traslapado o articulado. Refundar el Estado y construir un Estado Plurinacional solo es posible sobre la base de articulaciones contra-hegemónicas, rupturistas y democráticas.

Abandonar ese discurso de «unidad» es hoy, entre las izquierdas, el principio de la articulación.


Marco Fonseca es Doctor en Filosofía Política y Estudios Latinoamericanos por parte de la York University. Actualmente es instructor en el Departamento de Estudios Internacionales de Glendon College, York University. Su libro más reciente se titula «Gramsci’s Critique of Civil Society. Towards a New Concept of Hegemony» (https://goo.gl/Oeh4dG).

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